Street Life (The Crusaders, 1979)
JAZZ FUSIÓN. Aquí tenemos el ejemplo perfecto, la
excepción que confirma la regla. Un disco de jazz que sabe a ambrosía,
que está tocado con la delicadeza de los ángeles y con el aliento
imperceptible de la sutileza más ligera.
Un obrón que manda al
carajo todo lo nefasto que excreta esa palabrota que es el "jazz
fusión". Un disco hecho con las notas justas, con mesura, pero con un
amor y una pasión que se percibe por mucho engolamiento que escupa. Da
igual, dan ganas de quitárselo a lametones y arrebujarse en su más que
estudiada nocturnidad para siempre.
En la obra maestra de los
Crusaders estalla el funk templado, vía Steely Dan, y sus seis temas se
construyen en torno a melodías que saben a clásico desde la primera
escucha. Un triunfazo al alcance de muy pocos, que la banda californiana
parece desgranar sin esfuerzo, poniéndose a la altura, siquiera por
unos segundos, de Miles Davis o John Coltrane. Sí, créanme, aquí hay
mucho más que el exitoso y rotundo tema titular. Y creo que ante la
estatura de dicha pieza, con eso ya está todo dicho.
★★★★☆
No sé si será una característica del jazz californiano enfrentado al neoyorquino, pero lo cierto es que la música de este grupo puede ser de todo menos febril o movida. Su estilo gira en torno al balanceo sugerente y tranquilo de las olas de su California natal. Más de garitos refrescados por la brisa marina que de antros humeantes.
Como ese archifamoso Lighthouse Café situado junto a la playa de Hermosa Beach, el cual aparece en la película La La Land (Damien Chazelle, 2016) y que se antoja el escenario perfecto para la música que suena en este disco. No es de extrañar por tanto que los Crusaders tengan un álbum en directo desde este mismo local. Cosas del destino.
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