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sábado, 14 de octubre de 2017

Le blanc et le noir

La différence
(Salif Keita, 2009)

MANDÉ. La tercera página del tríptico que Salif Keita inaugurara con "Moffou" (2002) tiene título en francés, pero no hay que temer ningún paso atrás en el baño de pureza que el artista iniciara con la obra mencionada. Si "Moffou" fue el origen, el manantial y "M'Bemba" (2005) un perfeccionamiento de las formas con el ritmo al galope, este "La Différence" es una nueva inmersión con el apoyo inefable de unas cuerdas de fantasía que lo mismo generan tensión que arriman los temas al norte de África.

Keita sigue abonado a la calidad. No en vano ha tenido cuatro años para pensar y repensar las composiciones que iban a dar continuación a su exitoso disco anterior. Este disco podría considerarse más meditativo, algo así como la continuación que "Moffou" nunca tuvo en realidad. A diferencia de ese, este me parece un poco más expresivo. No sorprende pero calienta más, está menos ensimismado que el otro. También cuenta con dosis de música playera como "Ekolo d'amour", pero el tono general es de una hondura grave y seria como mandan los cánones del cante jondo de Malí. Así lo atestiguan pepinazos como "La différence", "Gaffou", "Folon" o ese íntimo y casi privado "Papa", una canción que da cosica, la verdad. Un pelín melindrosa para cerrar un disco valiente y poderoso.

★★★☆☆

1 La différence 4:21
2 San ka na 5:28
3 Seydou 6:04
4 Gaffou 7:42
5 Folon 3:54
6 Ekolo d'amour 3:56
7 Djélé 4:16
8 Samigna 7:09
9 Papa 6:59
Total: 49:49

martes, 3 de octubre de 2017

La sangre tira

Moffou (Salif Keita, 2002)

MANDÉ. Después de media vida haciendo discos a imagen y semejanza de ese "Soro" (1987) que fue su explosión internacional, Salif Keita se da la vuelta para volver a oler el terruño, para volver a saborear el calor del hogar. Toda una maniobra de vuelta a las raíces que inició con este sorprendente "Moffou", un disco que dinamita todo el artificio, muchas veces accesorio, que había envuelto su música durante tres lustros.

La apertura ya es suculenta. Un "Yamore" cantado a medias con la diva de los pies descalzos, una Cesária Évora imperial que adorna con su voz un temazo melancólico y bellísimo, un poco largo también, que si no llega a serlo, se asemeja a esa morna caboverdiana marca de la casa. También me quedaría con el virtuosismo de esa íntima "Iniagige" que, junto a "Souvent" y "Ana Na Ming", nos muestra al maravilloso guitarrista que siempre ha sido Keita. Por último señalaría la enfebrecida y caliente "Madan" y la rítmica y delicada "Baba".

"Moffou" fue toda una sorpresa. Las publicaciones más o menos especializadas lo encumbraron a los altares, colocándolo como uno de los mejores discos de principios de siglo. Así, atravesando géneros y edades. Por eso me resulta tan frustrante. Debo admitir que su longitud y su dulzura me agobian un poco. Sí, "Moffou" me gusta, pero se me queda en poco, o mejor, se me queda muy grande. Como si no hubiera entendido nada de esto. El tiempo dirá porque por ahora necesito aparcarlo.

★★★☆☆

1 Yamore 7:23 with Cesária Évora (vocals)
2 Iniagige 4:33
3 Madan 6:00
4 Katolon 6:58
5 Souvent 3:17
6 Moussolou 4:59
7 Baba 4:44
8 Ana Na Ming 6:13
9 Koukou 6:02
10 Here 9:07
Total: 59:16

viernes, 29 de septiembre de 2017

Papa áfrica

Soro (Salif Keita, 1987)
 

MANDÉ. El albino de la voz de oro, descendiente de príncipes del imperio Mandinga, nunca lo tuvo fácil. Ahora es fácil reconocerlo como el portador del fuego secreto de esa casta de griots, transmisores de historias ancestrales, respetado y admirado como uno de los artistas más grandes de África y del mundo. Sus orígenes, sin embargo, no fueron tan esplendorosos debido a su albinismo, signo de mal agüero que lo relegó al ostracismo. Para más inri, su padre nunca aprobó que se iniciara en algo tan deshonroso como la música por lo que se trasladó de su aldea natal a Bamako a los 18 años para unirse a varias orquestas y bandas donde se fogueó y pudo lucir sus sobrenaturales dotes vocales.
 
Después de adquirir fama y mudarse a Costa de Marfil por las turbulencias políticas de su país, decidió trasladarse a París en 1984. El motivo, ampliar su alcance y su público. Y lo consiguió, vaya que sí. Toda esta evolución vital culminó en este disco, que fue el que lo dio a conocer definitivamente en el mercado internacional. Los ingredientes están claros, la música tradicional de su tierra, el mandé, arropada por sintetizadores, bajos estratosféricos y saxos huracanados. Un colchón un pelín demasiado kitsch al que sólo su voz sobrehumana podía darle sentido.

span>El resultado fue espectacular, un clásico inmarchitable que conquistó tanto a la juventud africana ávida de sonidos más frescos que actualizaran la tradición, como a una audiencia occidental que supo captar a la primera la calidad de lo que se cocía aquí. Un público enamorado del exotismo que exuda una obra que no pierde autenticidad a pesar de esa difícil fusión. Esto es genuino y revelador. Una pieza de orfebrería sonora que demuestra que la música africana también puede ser introspectiva. Su sonido nos lleva a lomos de la sabana hasta lagos en medio del desierto y puestas de sol con los miles de colores que solo puede ofrecer el continente negro. Sin olvidar su festividad, aquí algo contenida, y su oscuridad exuberante. África, un volcán capturado en plena erupción en un clásico que rompió todos los moldes.

★★★★☆

1 Wamba 4:49
2 Soro (Afriki) 9:53
3 Souareba 4:42
4 Sina (Soumbouya) 4:51
5 Cono 6:04
6 Sanni Kegniba 7:57
Total: 38:16