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viernes, 28 de junio de 2013

Nuestra señora de las nieves


La reina helada, Nico, surgió del frío para restregarnos una belleza hierática y glacial y desarrollar contra todo pronóstico una singladura artística por los bordes de la experimentación. Con poderes limitados fue dueña de un magnetismo innegable que todavía atrae seguidores ávidos de experiencias.

Nacida en Colonia como Christa Päffgen en 1938, pronto se mudó a las afueras de Berlín. Allí estudió hasta los 13 años, momento en el cual comenzó en divesos trabajos relacionados con la ropa. En uno de ellos vendería lencería en los famosos almacenes KaDeWe. Tras este breve periplo fue "descubierta" como modelo y bautizada artísticamente como Nico, apelativo que le acompañaría hasta su muerte. Fue en París donde desarrolló su nueva carrera, gracias a la cual aprendió inglés, francés o castellano. También trabajó como actriz llegando a aparecer incluso en la famosísima La Dolce Vita de Federico Fellini.

Su carrera musical comenzaría con un single grabado con Brian Jones. Después de esto atrajo la atención de Andy Warhol y se mudó a Nueva York para trabajar en las películas de este. Al ser Warhol mecenas e instigador de un nuevo grupo llamado The Velvet Underground, les propuso que Nico cantara en su primer álbum. Los de Lou Reed y John Cale nunca acabaron de aceptar a la alemana como miembro del grupo y trataron de relegar su papel al de acompañante. Aún así, esta logró imprimir su personalidad para siempre en tres canciones del disco. Aquí fue madurando su registro vocal. Un estilo severo y adusto sin espacio para la filigrana, que transmitía un helor fantasmal único. Tras fuertes desencuentros, dejó el grupo (si es que alguna vez estuvo integrada en él) y comenzó su carrera en solitario.

Nico editó solo seis álbumes de estudio a su nombre. Son seis discos de valía estimable de los que destacaría los primeros. En ellos siempre mostró su compromiso insobornable con el arte tratando de reinventarse jugando siempre con sus limitaciones. Nihilismo, misticismo y letanías paganas han sido su material favorito para crear. Harmoniums, teclados y sonidos espectrales han sido su colchón favorito para sus ceremonias abisales.

Viajera y exploradora incansable, moriría en Ibiza el verano de 1988. Atrás dejó una discografía escasa pero imprescindible, así como una lista de amantes interminable. Una combinación que es lo que siempre me ha atraído más de ella. Que partiendo de la frivolidad fuera capaz de crear arte mayor. Nico, esa efigie mortuoria, esa voz doliente, esa valkiria trágica, existió para recordarnos que lo efímero es hermoso y que el esplendor florece en los instantes más mínimos.

3 básicos

The Velvet Underground & Nico ***** (1967)
Participación breve pero tremenda. Su voz se convierte en icónica al desgranar con una desidia tan deliciosa como terrorífica perlas eternas como "Femme Fatale", "All Tomorrow's Parties" o "I'll Be Your Mirror". No pegaba ni con cola con el resto del grupo. Puede que por eso el resultado haya calado tan hondo. Mítico.

Chelsea Girl **** (1967)
Para su estreno en solitario se ayuda de Bob Dylan o un joven y desconocido Jackson Browne. Lo que le sale es un disco bucólico pero amenazante a la vez donde el verdor forestal se torna gris y oscuridad por momentos. Todo bastante acústico y con melodías claras pero que provocan desazón en su oda al hotel por excelencia de la contracultura. Las chicas del Chelsea no tenían fama de santas, eso es cierto.

Desertshore **** (1970)
Tras el experimento durísimo que fue The Marble Index (1968), Nico parece querer retomar el formato canción más ortodoxo, aunque para ello se valga de preciosidades que no dejan de ser oblicuas e incluso obtusas a veces. La urgencia con la que se aplica en "Janitor of Lunacy" sin ir más lejos no deja de poner los pelos de punta.

Una canción
Difícil pero me decanto por "Janitor of Lunacy". Su melodía me parece un asedio feroz contra los sentidos. Nico aquí declama con una belleza casi violenta sobre un fondo de harmonium que amenaza con congelar el aire de la habitación. Nunca me habían sacudido con una hermosura tan cruda y tan visceral. Me hace daño y me encanta. Eso tiene un nombre, ¿no?


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