FOLK TINTINEANTE. Estamos ante un momento clave en la carrera de Joni Mitchell. Su tercer álbum, más allá de que fuera o no un despegue en cuanto a calidad, representó su mayoría de edad en cuanto a composición. Si bien su voz suena algo apagada, sobre todo si la comparamos con el primer disco, la exuberancia de su tramo final, en el que enlaza esos tres clásicos inmarchitables con los que cierra, lo hacen el álbum más importante de sus comienzos y auténtico punto de partida a la hora de apreciar y entender su obra primigenia.
Ya digo que el disco, dedicado a ese Laurel Canyon, centro neurálgico de la contracultura, el folk y el country rock durante los 60 y parte de los 70, parece empezar con la misma parsimonia y con pocas diferencias respecto a sus dos obras anteriores. Es solo una escucha atenta la que empezará a desenredar la madeja para poder apreciar esos detalles que lo hacen una obra especial, el reflejo de una Joni que estaba viviendo su vida con mayor plenitud que nunca. Así lo atestigua su estancia en la famosa zona residencial angelina, donde compartía casa con Graham Nash. Será por esta relación, pero lo cierto es que su implicación, colaboración y retroalimentación con lo que hacían Crosby, Stills, Nash & Young se redobló en estos meses. No solo en forma de conciertos conjuntos o vida más o menos en común, sino en esa costumbre de escribir canciones para responderse unos a otros. Así Nash escribió "Our House" en referencia a la casa que compartía con Joni, y la propia cantante escribió "The Circle Game" en respuesta a esa "Sugar Mountain", que Neil Young escribiera con solo diecinueve años.
Ideas importantes que reflejan una vida intensa y con ganas de ser vivida. Joni trata de dejar atrás sus demonios, o al menos de enterrarlos por un instante, y se refugia en el piano más que nunca. Esto puede verse como un viraje hacia lo doméstico. Del bosque y la hoguera al salón y la chimenea. De esa renovada alianza surgen algunas de las partituras más evocadoras y definitivas de la canadiense, "Woodstock" a la cabeza. Aun así, la guitarra sigue siendo su apoyo más fiel y decisivo. De ahí salen canciones que la encumbrarían de manera definitiva y para siempre, como "Big Yellow Taxi" o la mencionada respuesta a Young.
En definitiva, con Ladies of the Canyon Joni Mitchell empieza a volar alto en un ascenso que prolongaría, como mínimo, hasta bien entrada la nueva década. Habría cumbres más altas que esta, qué duda cabe, pero por ser la primera jugada maestra creo que estamos ante su disco más importante. Al menos para ella.
★★★★☆
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