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lunes, 15 de diciembre de 2025

L'amour interdit

Verlaine et Rimbaud (Léo Ferré, 1964)

 

CHANSON/POÉSIE. Después de un breve paréntesis, Ferré vuelve a sus adorados poetas y se pone manos a la obra con la labor titánica de poner música a los versos incandescentes de Arthur Rimbaud y Paul Verlaine. Para ello selecciona una serie de poemas que graba ordenándolos de manera alterna entre ambos poetas, en una secuenciación que se puede leer como representación de la relación tempestuosa y prohibida que mantuvieron al margen de la sociedad. Con esta maniobra, no solo mostraría su respeto máximo por ambas figuras, sino también por un amor que ha traspasado fronteras en el espacio y el tiempo. En un álbum que, según dicen muchas fuentes, es pionero como álbum doble concebido con unidad estética y literaria. Sí, dos años antes de Hot Rats (Frank Zappa) y Blonde on Blonde (Bob Dylan).

Un formato doble que, lejos de ser casual, también funciona acorde a la labor escogida por Ferré. Dos poetas, dos discos. Un poema de uno, otro del otro. Todo conforme a una simetría perfecta, todo arreglado para un diálogo elegante y amoroso. Con unos arreglos sencillos, pero de una fantasía que ensalza perfectamente las palabras contenidas en unos versos preñados de romanticismo y sensualidad. Comparándolo con ese inevitable Les fleurs du mal chantées par Léo Ferré 1857-1957 (1957), se ve la relación entre ambos. No en vano, comparten un espacio poético muy similar. Sin embargo, también hay diferencias. Mientras el dedicado a Baudelaire combina la hermosura en flor con lo decadente y lo marchito, en estas canciones prima la belleza contenida, las explosiones de sentimiento a flor de piel y una tristeza serena y muy emocional. Belleza en estado puro, amor descarnado, pureza evanescente y perenne.

Todo un arsenal de recursos que el monegasco había ido perfeccionando disco a disco y verso a verso para ponerlos aquí al servicio de unas recreaciones que, una vez más, dan forma a cómo sonarían estos poemas desde entonces para las generaciones venideras. Con un esplendor, una contención y un candor que dejan claro que estamos ante una de las obras fundamentales de Ferré. Después llegarían sus obras maestras personales e intransferibles, pero lo que es aquí, cierra un ciclo de una manera absolutamente magistral.

★★★★☆

A1 Écoutez la chanson bien douce
A2 Chanson de la plus haute tour
A3 Il patinait merveilleusement
A4 Mon rêve familier
A5 Soleils couchants
A6 Les assis
A7 L'espoir luit comme un brin de paille dans l'étable
B1 Art poétique
B2 Pensionnaires
B3 Âme, te souvient-il ?
B4 Le buffet
B5 Les poètes de sept ans

C1 Chanson d'automne
C2 Les corbeaux
C3 Green
C4 Mes petites amoureuses
C5 Je vous vois encor
C6 L'étoile a pleuré rose
D1 Ô triste, triste était mon âme
D2 Rêvé pour l'hiver
D3 Clair de lune
D4 Les chercheuses de poux
D5 Ma bohème
D6 Sérénade

Total: 60 min. 

La relación entre Verlaine y Rimbaud no fue simplemente una relación amorosa entre dos hombres, sino que transgredió ese ámbito ya de por sí morboso para elevar el tópico a niveles mitológicos. Nació de la admiración de Rimbaud, de dieciséis años por aquel entonces y poeta de gran proyección, hacia un Verlaine que le sacaba once años. A partir de cartas y poemas de alabanza del primero hacia el segundo, Paul invitó a Arthur a París y ahí se desencadenó el apocalipsis sentimental.

Casi al instante iniciaron una relación tóxica en la que el alcohol, el sexo y la violencia marcaron la tónica. Verlaine dejó a su esposa, Mathilde Mauté, con la que se había casado hacía poco, y se sumergió en la vorágine tempestuosa de una relación en la que los poetas vivieron juntos, viajaron y escribieron como posesos.


Una espiral que culmina en 1873, en Bruselas, cuando un Verlaine poseído por la idea de que Rimbaud lo iba a abandonar acaba disparándole e hiriéndole en la muñeca. A pesar de que el joven poeta se negó a denunciarlo, Verlaine acabó en la cárcel. Con esto acabó, no solo su relación, sino que significó el final de toda una época y casi de la poesía de Rimbaud.

Después de esto, siguieron vidas separadas y casi opuestas. Rimbaud se desahogó con la publicación del durísimo ajuste de cuentas Una temporada en el infierno (1873) y se retiró de la literatura para comerciar y traficar con productos de diversa índole, armas incluidas, en África. Verlaine, por su parte, cumplió sus dos años de condena en prisión, donde siguió escribiendo y se convirtió en una de las figuras capitales de la literatura francesa. Rimbaud nunca disfrutó del reconocimiento que sí que tiene hoy día.

Un tragedia, en definitiva, a tantos niveles que no parece real. Como la poesía de estos dos titanes.

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