1972 (Josh Rouse, 2003)
POP DE AUTOR. Mentar a Carole King puede ser problemático. Puede ser síntoma de pretenciosidad, de querer y no poder, de aparentar que tu traje es mucho más caro de lo que es en realidad. Y así empieza Josh Rouse la que puede ser su obra maestra. Con esto último creo que ya lo he desvelado. Sí, Rouse no va de nada, no usa muletillas facilonas ni necesita mentores que lo guíen de la mano. Lo suyo con Carole King va totalmente en serio y con este disco se basta y se sobra para colocarse entre los grandes escritores de canciones norteamericanos de principios de este siglo.
Un compositor que ama la sencillez sobre todas las cosas. Uno que sabe cómo sazonar las canciones hasta darles el punto justo. De tal forma que lo que en manos de otros podría ser dulzón hasta lo incomible, en las suyas se convierte en una delicatessen. Con todo ese amor y sabiduría va cocinando este increíble menú degustación. Una colección de platos en la que manda ese pop medido y templado, ese soul sedoso y turgente sin una voz más alta que otra y con melodías que viven en la emoción permanente.
Por todo esto creo que no hemos sabido valorar esta obra como es debido. Porque por mucho que se la aprecie, siempre vamos a tener la tentación de verla como algo superado, como algo que está cocinado con los ingredientes de siempre. Y con estas premisas jamás podremos apreciar su cercanía, tan extrema como su calidez. Cualidades ambas que, reconozcámoslo, solemos dar por supuestas cuando en realidad son toda una rara avis. Un trébol de cuatro hojas, casi un perro verde en estos tiempos. En cuanto admitamos esto tendremos que concluir que 1972 no solo es una gran noticia, sino que puede servirse en la misma mesa que los platos más exquisitos y selectos.
★★★★☆
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