SOFISTIPOP. Este era un movimiento más bien predecible por parte de Joni. Después de tocar el cielo con su fusión personal con el jazz, lo siguiente tenía que ser una cierta simplificación para volver a la tierra.
No es que su entrega en brazos de la sofisticación pop signifique simplismo o primitivismo precisamente, eso ya era algo imposible para la canadiense. Lo que sí veo es un intento por concretar, por sonar más terrenal y menos volátil. En definitiva, un esfuerzo por que sus canciones evolucionen para llegar a lugares más concretos y menos recónditos. O simplemente para llegar a alguna parte.
Para todo esto Mitchell se apoya en el pop, aunque sin dejar de sonar jazzy, despide a su querido Jaco Pastorius para que el bajo lo toque Larry Klein, su nuevo marido y productor desde ese año, y parece seguir obsesionada con Steely Dan hasta las trancas. Noticias regulares y malas casi todas, no lo de Steely Dan, claro. Noticias que anuncian un nuevo giro en una carrera musical plagada ya de meandros.
Un giro que en mi opinión no alcanzaría nunca las cotas pasadas. Y es que a pesar de conservar la elegancia y el filo casi intactos, Joni nunca volvió a rozar los cielos de la inspiración que la llevaron a marcar una senda nueva y fascinante para cientos de seguidores, músicos o no. No, lo que empezaba aquí podría estar muy bien, podría atesorar toneladas de clase, pero también invitaba al bostezo más de la cuenta.
★★☆☆☆
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