NEW WAVE. El primer disco de Pretenders es una de esas revelaciones que suceden muy de vez en cuando. Apenas un puñado de veces en toda una vida. Uno de esos discos generacionales que marcan a toda una caterva de adolescentes. A mí me ha llegado tarde, pero no importa. Estoy acostumbrado ya. Simplemente me deleito en su escucha, la más placentera de los últimos meses. La casualidad lo puso en mi camino en un mercadillo de vinilos de segunda mano y por eso no sé a quién tengo que agradecérselo. ¿Azar, destino?
Pretenders huele a clásico desde que empieza a girar. Carpeta sencilla, sin ambages. Demasiado, quizá. Galletas de vinilo en blanco y en negro, como el yin y el yang, como todo lo que importa en esta vida. Y sonido vibrante y urgente derramándose libre y sin límites en esa maravillosa "Precious". Solo uno de los momentos de abrasividad pop de un disco lleno de ellos. "The Phone Call" y "Up the Neck" son continuaciones perfectas donde agresividad eléctrica y sutileza melódica se hilvanan en un "parasiempre" que se percibe al momento. Como en "Tattoed Love Boys" o en "The Wait", y como en la electricidad galáctica y totalmente desbordada de "Space Invader".
Los remansos se hacen necesarios en la singladura, y para eso están las delicadezas dichas en la cara de "Stop Your Sobbing" o de esa maravilla atemporal que es "Kid". El pop se hace carne en la músicas sublimes de "Brass In Pocket" y "Lovers of Today. "Private Life" tensa el drama entre nubarrones de funk oscuro y denso. Ritmos negroides que rompen en la muy The Jam "Mystery Achievement" para poner un colofón de oro a un disco increíble. Un disco que gira y girará para siempre.
★★★★★
Gran parte del atractivo adictivo del disco gira en torno a la personalidad y la interpretación torrencial de una Chrissie Hynde que se convertiría en icono tras su publicación. Con ese aire socarrón y autoritario, definió una nueva forma de presentarse ante el público que bebía de la insolencia de Patti Smith y del rock de autor, pero que era fresca y nueva, un auténtico trallazo que los años pueden haber diluido, pero que se aprecia en todo su fulgor en un estreno tan fresco como duradero.
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