A Bright New Name In Folk Music (a.k.a. Bob Dylan) (Bob Dylan, 1962)
El estreno de un genio, como suele suceder, tiene poco de genial y da pocas pistas de lo que estaba por venir. Lo que no quiere decir que Bob Dylan no impresionara y lo siga haciendo con este estreno de palo donde la crudeza de su interpretación te sacude como no lo haría después. Son trece canciones de las que solo compuso dos. El resto se mueve entre las adaptaciones de temas tradicionales y versiones de gente variopinta en esto del blues y el folk.
Dylan se destapa aquí como un intérprete genial y un compositor notable. El rajo, la convicción y el desgarro con el que se emplea tiene mucho de inocente. En discos posteriores aprendería a dosificarse, pero aquí ataca a las canciones desde un clasicismo que se evaporaría solo unos meses después. El de Duluth escupe su juventud ante el micrófono con una insolencia que reclama tu atención desde el primer instante.
Este estreno es un disco de aprendizaje. Claramente. En él experimenta con algunas de las cosas que depuraría después. Cambia arreglos sin pudor, por muy canónicos que estos se considerasen e interpreta las versiones según otras que ya distaban de la original. Nada le limita a la hora de hacerse el traje que mejor le siente. Por eso este disco, aún no siendo una obra maestra, merece estar en su panteón de clásicos. Por la fiereza de "Highway 51", "Fixin' to Die" o "See That My Grave Is Kept Clean"; por el desgarro de "In My Time of Dying" o "House of the Risin' Sun"; por la sacudida jocosa y deliciosa de "You're No Good" o "Pretty Peggy-O"; y también por la muy influenciada "Song to Woody". La prueba más clara de que aún estaba observando y aprendiendo. Eso sí, a velocidad de vértigo.
★★★★☆
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