CANCIÓN DE AUTOR. Primero hay que aclarar varios puntos, porque la edición del séptimo disco de Paolo Conte no fue todo lo diáfana y limpia que me gusta a mí. En su edición primaria, el disco consistía en un LP sencillo, que es del que vamos a hablar aquí, pero en ediciones posteriores el disco se convirtió de repente en un disco doble con la inclusión de un Jimmy, ballando que en Italia salió solo unos meses después del Aguaplano original. Para acabar de complicar la cosa, el disco salía en Francia un año después en un formato doble que incluía el mencionado Jimmy, ballando, pero con un orden de canciones diferente que se entremezclaban entre los dos volúmenes.
En realidad podríamos coger cualquiera de las diferentes ediciones y maravillarnos igual con un álbum que aniquila sin problema la famosa maldición de los discos dobles. Vale que gana con menos minutaje y el punch que le da la versión sencilla del mismo, pero en ningún caso va a dejar de trasladarnos a otra época. Tiempos en los que el cine se hacía en blanco y negro y los buenos fumaban con la irresistible pose de duros que volvía locas a las chicas. Pianos en bares, acordeones de arrabal y actitud canalla a raudales. Una obra maestra ejecutada con descaro y sentimiento infinitos para meterse bajo tu piel como un tatuaje. Más que pensar en quitarle nada, debemos disfrutar de lo mucho que atesora. Dejémosle su arrabal, lo chulo, lo delicado y los arañazos. No se debe limpiar la contaminación que ha formado una obra definitiva en el canon del italiano.
En Aguaplano Conte se muestra más decidido que nunca. En su dicción, en sus palabras y en unos arreglos antológicos que hinchan el disco en el tiempo y el espacio. Suena como una banda sonora sin película, un lamento huérfano de dolor, un grito primario y
templado. Los ingredientes, los de siempre y alguno más, ampliados y
especiados con mimo. Hay jazz y también tango, canción europea y ese
terruño que siempre late intenso en el corazón del avvocato. Todo mezclado pero no agitado. Con mesura, sí, pero también sin limitaciones. No sé si esta será una opinión muy popular, pero para mí no me roza la duda cuando digo que es su mejor disco. Un punto y aparte en su discografía. Una obra profusa y profunda, inimitable. De las que no se terminan nunca.
★★★★★
Total: 37:49
CANCIÓN DE AUTOR. Este disco, que salió en Italia pocos meses después del fastuoso Aguaplano (1987), fue incluido enseguida como segundo volumen de ese disco en la edición en CD del mismo. Por eso es difícil hablar de él sin tener en cuenta los lazos que lo unen a su hermano mayor o casi diríamos que gemelo.
Y no estamos hablando de parecidos ni consanguinidad, no. Las diferencias entre los dos álbumes (o los dos volúmenes) es notoria. El primero más melancólico y taciturno, y este, como su título deja bien claro, más bailongo y ligero. Bueno, en su mayor parte, porque al final estos elementos se entremezclan un poco en las dos obras y este contiene tramos un poco más aletargados de la cuenta. Lo más curioso de todo es que con todas sus diferencias, los dos discos funcionan muy bien juntos, pero no tanto por separado.
Será que tienen más que algo en común o que se necesitan mutuamente. Bueno, esta dependencia podemos achacársela a este segundo, ya que el primero va como un tiro por sí mismo. Es cierto que Aguaplano ganaría muy claramente en un combate imaginario, pero no es menos cierto que ninguno de los dos estaría dispuesto a iniciar dicha pugna.
☆☆★★★
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