Wild Planet (The B-52's, 1980)
NEW WAVE. Amarillo por rojo y expectación ante lo que pueda ocurrir por pose desafiante. El segundo de The B-52's supone la pérdida de la inocencia, si bien no de las ganas de liarla parda. Lo vuelven a grabar en Bahamas como el primero, y esto, unido al hecho de que contenga canciones antiguas que el grupo ya tocaba en directo desde sus comienzos, hace que la conexión con su estreno vaya más allá del grafismo con el que se adornan ambas.
Los de Athens siguen sonando aquí insolentes y refrescantes. Con sus lascas de post-punk y una rabia a veces robótica, y otras dulcificada por las voces de Kate Pierson y Cindy Wilson. Estos nueve temas son trallazos fastuosos a los que solo les falta un "Rock Lobster", papel que tratan de enfundarse canciones enormes como "Private Idaho" o "Strobe Light". Que no lo acaben de bordar no deja de ser una anécdota sin importancia para las que siempre serán dos de sus grandes canciones.
Abonados a la efervescencia
Sí, hay un sonido común, un hilo conductor que habla de una personalidad muy marcada, aunque tampoco se puede decir que estemos ante dos trabajos con una vibración idéntica. Este me parece bastante más oscuro. Su sci-fi de dibujos animados se torna aquí más siniestro y asfixiante. Ahí está esa desasosegante "Quiche Lorraine" para confirmarlo. Un motivo más para amar la guinda para esta dupla irrepetible. Un díptico que se revalorizaría desde la misma publicación de su tercer disco. No, no volvieron a alcanzar estos niveles.
★★★★☆
La estética, la pose, la caradura, el aire infantil, el gamberrismo más naif, su obsesión por el espacio, ese colorido y esos peinados imposibles me llevan de cabeza a esos Jetsons (Supersónicos en España) que produjera Hanna-Barbera en los primeros 60. Algo hay, no me lo nieguen.
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