sábado, 4 de mayo de 2024

El salón de té

Salón Fujiyama (Julio Bustamante, 1989)

POP DE AUTOR. Al principio me costaba entender este disco. Un trabajo engañoso en el que parece que un artista de la finura de Bustamante confunde lo pizpireto con lo tontorrón y lo brillante con lo superficial. Sensaciones estas que acaban fulminadas a la tercera escucha, pero que de alguna forma dejan su poso.

Lo cierto es que el tercer álbum del artista levantino empieza bien, con una poderosa "Avenida infinita", y fluye con soltura y autoridad, sin mayores problemas más allá de una producción ochentera que duele más cuando ves que es un álbum de 1989. Una producción que puede acabar dotándolo de una clase y una elegancia que también superan la sensación ajada que parece anunciar erróneamente.

Con todos estos elementos en cuenta, más que un semifallo o una decepción, Salón Fujiyama se convierte en uno de los motivos más sólidos para adorar a Julio Bustamante. Uno más, no sé si el mejor, pero una prueba irrefutable del gusto infinito de un maestro de la palabra y el sentimiento a flor de piel. Así, cosas más dudosas como "Toulouse-Lautrec" molestan mucho menos. Hasta el punto de que podamos tragárnoslas sin problema para disfrutar de un momento la mar de inspirado por parte de un artista que siempre ha sabido lo que se hacía. Será por su calidez inmensa, pero sin ser magistral, no puedo hundirlo en la miseria por más que me lo proponga.

★★★☆☆

  1. Avenida infinita
  2. Invierno
  3. Salón Fujiyama
  4. Nena sola
  5. Como sabes tú hacer
  6. Visiones
  7. Toulouse-Lautrec
  8. Esas miradas

Total: 32 min.

viernes, 3 de mayo de 2024

La ley del deseo

Wish (The Cure, 1992)


ROCK ALTERNATIVO. En plena efervescencia rockera, con el grunge y el rock alternativo copando las listas de todo el mundo, y con la losa de esa maravilla que fue Disintegration (1989), Robert Smith y los suyos se ponen manos a la obra para ofrecer una continuación digna de su leyenda y que impregnaron de las gotas de realidad de rigor.

Para ello se afanan en una colección de canciones donde destaca el uso desmesurado y divino de las guitarras. Para gozo de Porl Thompson, Smith se deja influenciar por la corriente dominante de la época y tiñe su pop inmaculado de más arpegios, más ecos, más reverberaciones y más ruido que nunca hasta ese momento. La guitarra siempre había sido un instrumento clave en el sonido de The Cure, pero ahora adquiría un papel totalmente dominante. Y lo cierto es que el experimento les salió más que bien.

Todo esto lo integran a la perfección y ahí está el triunfo. No estamos ante un disco-frankenstein, sino ante una fusión de elementos deliciosa. Al pop de toda la vida ("High", "Wendy Time", "Friday I'm In Love", "A Letter to Elise"), lo acompaña la desolación exquisita, tan familiar en este grupo ("Apart", "Trust", "To Wish Impossible Things"). Y todo esto viene sombreado por detonaciones decibélicas insinuadas antaño pero nunca mostradas hasta ahora ("Open", "From the Edge of the Deep Green Sea", "Doing the Unstuck", "Cut", "End").

Un catálogo de atrocidades que redondea uno de los discos más queridos por la afición. Algo tendrá, nos obliga a pensar. Y sí, vaya si lo tiene. Tiene punch, melodías memorables y un poso entrañable. Wish hace honor a su título y nos muestra al deseo como algo limpio y palpitante, un manantial que brota en todo su esplendor. Se hace querer, de eso no hay duda. 

★★★★☆

1 Open 6:53
2 High 3:39
3 Apart 6:40
4 From the Edge of the Deep Green Sea 7:46
5 Wendy Time 5:15
6 Doing the Unstuck 4:26
7 Friday I'm in Love 3:40
8 Trust 5:34
9 A Letter to Elise 5:16
10 Cut 5:57
11 To Wish Impossible Things 4:45
12 End 6:45

Total: 66:36

Los Cure siempre se han apoyado en una iconografía muy característica. Colores destellantes o negro inmaculado, manchas, brochazos, gatos, serpientes, manos y ojos. Unos lugares comunes que han ido revisitando constantemente a lo largo de su larga carrera con la infancia y sus terrores como otro tema recurrente.

Para mí este disco siempre irá unido a ese logo que se inventaron y que es imposible olvidar, pero también a los ojos que ilustran su cubierta y el libreto del CD. Ojos por doquier, ojos abiertos, a medio cerrar, llorosos o en llamas. Ojos que se convierten sin esfuerzo en una obsesión.

DISCOS RELACIONADOS

La mar océana

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Rock Bottom (Robert Wyatt, 1974)


JAZZ NEBULOSO. Todo aquí suena a mar. Y sin efectos simplones de olas ni glú glú. Desde "Sea Song" (la canción más evocadora del océano jamás escrita) hasta "Little Red Robin…" disfrutamos de un trayecto inolvidable por el fondo del rock. Y en ese fondo nos encontramos jazz, experimentación y vanguardia sobre un arenoso manto bucólico, casi folk. Folk obtuso y nada convencional, de acuerdo, y único, personalísimo. Al final resulta que de rock no hay casi nada en este disco. Y mientras lo escucho me imagino a Robert Wyatt riéndose para sí, porque colarnos la maravilla de "Alifib" en ese idioma inventado debe hacer mucha gracia. Pero seguro que el venerable se ríe con nosotros, eso sin duda.

Y bien pensado, ¿tenía motivos para reírse? Parece que pocos. El disco, según cuenta el propio Wyatt, empezó a tomar forma en Venecia, en el invierno de 1972. En esta época, el artista estaba en la diminuta isla de Giudecca, en una casa enorme que daba a un lago. En este paisaje bucólico fue donde empezó a imaginar estas composiciones de cuento. Mientras su compañera Alfie trabajaba en una película, él mataba el tiempo con un pequeño teclado que esta le había regalado. Tonteando entre lagartos que trepaban por las paredes de la casa y gondoleros practicando el "O Sole Mio", Robert hacía volar su imaginación hasta las tierras mágicas del fondo rocoso de un mar o un lago que de real no podía existir.

Allí escribió la estructura básica de las canciones. Fue de vuelta a Londres en la primavera de 1973 cuando organizó un nuevo grupo para ensayar el material que estaba preparando. En verano, la noche anterior a su primer ensayo, el ex-batería de Soft Machine cayó de un cuarto piso y se rompió la columna. Condenado a una silla de ruedas de por vida, Robert aprendió a usar esta limitación para superarse como artista y como persona. Ya no podría tocar la batería más, pero eso implicaba que debía concentrarse en cantar y en componer y tocar con otros instrumentos. De esta tristeza resulta impresionante que floreciera una obra tan completa, enigmática y viva como Rock Bottom. Experimentación a borbotones, jazz transparente y melodías de ensueño la pueblan. Un hito y una prueba extraordinaria de genio y de personalidad. Arrebatador.


A1 Sea Song
A2 A Last Straw
A3 Little Red Riding Hood Hit the Road
B1 Alifib
B2 Alifie
B3 Little Red Robin Hood Hit the Road
 
Total: 40 min.
 

A pesar de ser su segundo álbum en solitario, Wyatt siempre ha manifestado que es el primero, ya que su predecesor The End of an Ear (1970) lo considera como una obra (¿error?) de juventud y no realmente su auténtico debut en solitario. La verdad es que, a pesar de que el disco está bastante bien, la diferencia entre los dos en cuanto a su talla artística está fuera de toda duda.

Como se ha dicho arriba, este fue el primer disco después del accidente que dejó parapléjico a Wyatt. El poder acabarlo en el mismo hospital fue algo liberador para el artista, ya que era su única válvula de escape y todo un alivio que le recordaba constantemente que podía hacer cosas desde la silla de ruedas.

"If anything, being a paraplegic helped me with the music because being in hospital left me free to dream, and to really think through the music." (Robert Wyatt)

Alfreda Benge, su novia en la época, fue un apoyo clave en esos días complicados. Inspiración y musa para Robert, le dedicó la dupla "Alifib/Alife" en las que puede oirse la voz de Alfreda (Alfie). Se casaron el mismo día en el que se publicó el álbum.

jueves, 2 de mayo de 2024

La llum de l'alborada

Cambrers (Julio Bustamante, 1981) 

 

POP DE AUTOR. Las crónicas colocan a este disco como el punto final de la trilogía iniciada por Brossa d'ahir (Pep Laguarda & Tapineria, 1977) y continuada por Humitat relativa (Remigi Palmero, 1979). Discos unidos por su uso del valenciano y las brisas mediterráneas que los mecen más que porque se parezcan en su sonido. Discos que ayudaron a moldear una forma personal de hacer las cosas partiendo de lo local, pero con ingredientes universales.

Este Cambrers, estreno en largo para Bustamante, cuenta con una vibración única, con una luminosidad que mira al pop anglosajón sin miedo para ponerlo al sol del Mediterráneo. Y será eso lo que lo hace especial para la época y dentro de la discografía del artista valenciano. Después llegaría esa comparación con Van Morrison de la que nunca podría escapar, pero aquí no hay nada de eso. O casi nada. Lo que manda es un amor por la luz que nos remite a Sorolla, unas ganas por contarnos su historia con sus propias palabras que supera la mera anécdota simpática para erigirse en todo un triunfo artístico.

Después llegarían obras más serias, más pensadas, cambiaría al castellano... Cosas que le han granjeado toneladas de prestigio entre los entendidos, pero este chispazo, este groove levantino sin adulterar, si no se quedó en este álbum, sí que encontró aquí su forma más prístina, reluciente y absolutamente irresistible.

★★★★☆

A1 Senyoreta "X"
A2 Jove Carolina
A3 Cambrers
A4 Avions
B1 Estimada germana
B2 Zefirs
B3 Aigua descendent
 
Total: 32 min.

Puede que este disco sea más de fiesta y guateque, pero la brisa mediterránea que parece acariciarlo y la luz infinita que proyecta no pueden sino remitirme al gran Joaquín Sorolla, pintor valenciano de la luz y el mar.

Una conexión demasiado obvia como para pararse mucho con ella, pero también demasiado evidente como para pasarla por alto.

DISCOS RELACIONADOS




Bien fritico

Fried (Julian Cope, 1984)

 

NEW WAVE. Este clásico de la segunda ola del punk viene cocinado con los mejores ingredientes de la psicodelia y una nueva ola que no por ser más amable que el idolatrado post-punk deja de ser menos vibrante ni menos creativa. Aquí nos encontramos a un artista libre de ataduras. Un adorador de Lou Reed y David Bowie (o que debe de serlo por cómo suena), y un hacedor de melodías mayúsculo, que con este disco encuentra vida más allá de esos idolatrados The Teardrop Explodes con los que se fogueó.

También, y casi más todavía, se le huele un amor por John Cale que debo querer intuir por compartir esa denominación de origen galesa que siempre me ha parecido tan especial. Pero, además de su procedencia, puedo oler claramente su genio sin refinar, su instinto melódico asesino y una forma de hacer las cosas tan autoritaria como intransferible. 

Un disco, el segundo de Cope, que suena a clásico instantáneo y que no requiere de mil escuchas para apreciar su multiplicidad de capas y lo mucho que nos va a hacer disfrutar el ir descubriéndolas poco a poco, con entusiasmo y sin nada de esfuerzo. Porque este disco muestra sus cartas y no juega al despiste. Parece tan bueno porque lo es de verdad y eso nos deja con muy poco que decir sobre su prístina grandeza.

★★★★☆

A1 Reynard the Fox
A2 Bill Drummond Said
A3 Laughing Boy
A4 Me Singing
A5 Sunspots
B1 The Bloody Assizes
B2 Search Party
B3 O King of Chaos
B4 Holy Love
B5 Torpedo
 
Total: 40 min.

lunes, 22 de abril de 2024

Fuera de sí misma

Ekstasis (Julia Holter, 2012)

ART POP. Julia Holter es una artista seria, de esas que pueden aspirar a la profundidad de Scott Walker o al multicromatismo de Laurie Anderson. Sin que llegue a tomarse a sí misma demasiado en serio, sí que podemos apreciar un aire intelectualoide que le es imposible de refrenar a partir de su exquisita formación musical y su profundísimo conocimiento de los rudimentos de la composición.

Todo eso acaba permeando una serie de obras que tratan al pop con el respeto que merecen. Convirtiéndolo a la vez en algo en las antípodas de lo inmediato o lo epidérmico para intentar explorar sus facetas más atmosféricas y complejas. Así, en sus manos, la música popular se convierte en algo que me es mucho más ajeno que de costumbre. Algo que se me acaba derramando por los oídos sin posibilidad de dejarme poso. 

Este, por mucho que sea más accesible que otros, es uno de esos álbumes. Un disco, en definitiva, en el que todo suena medido, intrigante y hasta diría que rompedor, pero al que no le acabo de encontrar ese puntito que me pida regresar a él. No, aprecio su enorme calidad, casi diría que me turba, pero cuando la escucha de algo que debería ser placentero se convierte en una obligación autoimpuesta, algo no está funcionando como es debido.

★★★☆☆

1 Marienbad 5:25
2 Our Sorrows 6:16
3 In the Same Room 3:59
4 Boy in the Moon 8:17
5 Für Felix 4:12
6 Goddess Eyes II 6:22
7 Moni mon amie 3:32
8 Four Gardens 6:10
9 Goddess Eyes I 3:41
10 This Is Ekstasis 8:56
Total: 56:50

Sin cordón umbilical hacia la noche

Floating Into the Night (Julee Cruise, 1989) 


FANTASMAS. No sé si es slowcore, dream pop o música de los 50 hecha por fantasmas, pero lo que hace aquí Julee Cruise supera la mera anécdota y el sambenito ese de ser "la que canta la de Twin Peaks". Canción que está aquí y que refulge con fuerza, pero que no puede eclipsar al resto, un rosario de gemas en las que la atmósfera parece salir de su mismo corazón. No sé si lo habían dudado, pero David Lynch siempre ha sabido lo que se hacía y de quién se rodeaba.

El influjo del cineasta puede ser fatal para cualquier artista que se relacione con él. Y algo de eso ocurre con una Julee Cruise que jamás pudo desembarazarse de dicha colaboración. El hecho de que el álbum fuera compuesto y producido por Angelo Badalamenti y el propio Lynch ya lo dice todo acerca de su sonido. El que el director utilizara varias composiciones del mismo para algunos de sus proyectos es más que significativo. Él mismo se encargó de las letras de las canciones mientras que Badalamenti compuso la música.

Mientras tanto la buena de Julee se afanaba en lo suyo: envolver las composiciones con el mimo perezoso de su voz. Con todo ese misterio que su garganta sabía invocar como nadie. Un misterio que parte de la dulzura para abrirse en mil meandros de una luminosidad acechada por las sombras durante un trayecto relajado pero tenso, dulce pero cerrado al vacío. Una oscuridad acuosa que se traduce en un disco atemporal, viejo desde que nació y que no parece hecho en este mundo.

★★★★☆

1 Floating 4:51
2 Falling 5:18
3 I Remember 4:11
4 Rockin' Back Inside My Heart 5:45
5 Mysteries of Love 4:27
6 Into the Night 4:42
7 I Float Alone 4:33
8 The Nightingale 4:54
9 The Swan 2:28
10 The World Spins 6:38

Total: 47:47

Este disco, lo queramos o no, siempre vivirá anclado al éxito de "Falling", la canción que marcó a toda una generación al poner sonido y brumas al asesinato irresoluble que se nos narraba en Twin Peaks, algo más que una serie de culto para el público de los años 90.

  

Julee incluso apareció en dicha serie. Y cómo no, cantando la susodicha canción. Una losa para su carrera más que un empujón, ya que jamás logró que le hiciéramos caso por ninguna otra cosa que hiciera. Sus quince minutos de fama al fin y al cabo.