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miércoles, 21 de diciembre de 2022

El cielo llora sobre mí

Marieke [Nº 5] (Jacques Brel, 1961)

CHANSON. El belga sigue con la costumbre de abrir sus discos con un clásico inapelable. Costumbre que se perpetuaría a lo largo de sus siguientes trabajos, auténticos picos en su gigantesca cordillera discográfica. Todo un sistema montañoso en el que no hay colina fácil de escalar, pero que tiene un punto álgido más que evidente en esta primera mitad de los 60, la cual iba a culminar con su despedida de la canción apenas un lustro después de este trabajo.

Un trabajo impresionante en el que el cantautor toca hueso como nunca antes. Sigue teniendo sus experimentos no siempre certeros, pero por la cantidad, calidad y profundidad de sus clásicos aquí, por la negrura que empieza a envolverlo todo y por esa forma de expresar la condena, algo que aquí perfecciona de manera más que evidente, afirmo sin miedo que estamos ante la mejor obra de Jacques Brel hasta ese momento.

Un gigantismo y una enormidad en los arreglos, las melodías y las letras que sigue teniendo su cita con las cuestiones cotidianas, el amor, el desamor, el abandono, el pasado y ese temido final que siempre ha sobrevolado las composiciones del de Schaerbeek como una guadaña. Aquí hay demasiados motivos para el jolgorio como para enumerarlos. Hasta ahora la carrera de Brel había tenido una trayectoria ascendente que se confirma con este disco. Una trayectoria que, ahora lo sabemos, tardaría bastante aún en desviarse. Si es que lo hizo alguna vez. 

A1 Marieke 2:40
A2 Le moribond 3:07
A3 Vivre debout 2:58
A4 On n'oublie rien 3:05
A5 Clara 3:00
B1 Le prochain amour 4:22
B2 L'ivrogne 4:02
B3 Les prénoms de Paris 2:38
B4 Les singes 3:03
Total: 28:55

Si el disco anterior estaba marcado por París, la cual Brel sitúa como la directora de orquesta de su vida, en este la presencia de sus orígenes empieza a notarse más claramente. Sobre todo en una "Marieke" en la que invoca al cielo flamenco como el guardían y el testigo de viejos amores.

No es que Brel haya sido mucho de alabar la grandeza de su terruño. Más bien ha optado por fustigar a sus compatriotas en unos cuantos retratos que están entre lo más corrosivo que nadie haya escrito sobre el lugar que le ha visto nacer. En este caso, y después de una "Les flamandes" que metía el dedo en la llaga en el disco anterior, podemos deleitarnos con la recolección de imágenes de postal, rotas por el destrozo sentimental, pero perfectas en su belleza atemporal. 

Todo un viaje emocional con el que podemos identificarnos por mucho que se desarrolle entre las altas torres que nos miran en nuestro periplo de Brujas a Gante.

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