JAZZ/EXPERIMENTO. Sin miedo a nada, Mitchell ejecuta su zambullida definitiva en el jazz sin escafandra ni bombona de oxígeno, dándole la mano a un Charles Mingus terminal y más espectral que nunca. El resultado, por muchas dudas que despierte, es un disco personal, fantasmagórico y único en su trayectoria. En la de ambos. Único, no solo o precisamente en lo positivo.
El álbum, como he dejado caer, es una colaboración a cuatro manos entre el jazzman Charles Mingus y la cantautora. Entre los meses previos a su fallecimiento y los posteriores al mismo, Mingus y Joni crearon este disco extraño y totalmente autárquico. Para ello el contrabajista compuso seis temas exprofeso de los que Joni escogió tres para ponerles letra. El resto del álbum se completó con piezas propias de la canadiense más un clásico "Goodbye Pork Pie Hat" del genio de Nogales al que también adornó con sus palabras.
El disco salió pocos meses después de la muerte de Mingus, convirtiéndose en el perfecto homenaje a su influjo sobre una Mitchell que no podía estar más rendida a esa música definida por una libertad militante que refleja en una grabación en la que, más que nunca, hizo lo que le dio la gana. Ayudada por el poder superlativo de, atiendan, Wayne Shorter, Herbie Hancock, Don Alias y su inseparable Jaco Pastorius, se pueden imaginar que sonar, lo que se dice sonar, el álbum suena. Otra cosa es que se dedique a insinuar y sugerir sin acabar de llegar a ningún sitio, que también.
Ese acaba siendo el mayor problema de esta obra. Que no por tener las mejores intenciones ni las mejores ideas ni los mejores músicos ni por envolverlo de la mejor manera (precioso el cuadro de la propia Mitchell), tienes garantizado el éxito. Si falta lo más importante, las canciones, no hay nada que hacer.
★★☆☆☆
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