ROCK NAÍF. El sucesor de su intenso y muy dudoso Adore (1998) supuso un intento de vuelta a las guitarras sin abandonar la electrónica, con la pegada además del batería original (Jimmy Chamberlin), el cual no estuvo en el disco anterior. Algún estribillo hay con un cierto atractivo que no logra tapar el tufo a hinchazón y a exceso sin sentido alguno.
Una hipertrofia emocional que redunda en la calidad de un listado infame en el que nos dan una de cal y tres de arena. De entre lo más o menos valioso debo nombrar "The Everlasting Gaze", "Raindrops + Sunshowers", "The Sacred and Profane", "Wound", "Age of Innocence" y "This Time". Poco más. Me dejo alguna que se puede tararear, es cierto, pero en general lo que queda es la más pura tristeza en el peor sentido del término.
Después de este quinto álbum, el grupo se desintegraría hasta nuevo aviso. Un momento que aproveché sin dudarlo para bajarme de la vorágine de unos Smashing Pumpkins que para mí (y para cualquier persona de bien) habían dejado de significar algo tan intenso como en sus comienzos. Y eso iba a conllevar mi total y absoluta desafección por lo que quiera que se le ocurriera a Billy Corgan en el futuro.
Como colofón, he de decir que, escuchado tras el paso de los años, este disco no es tan malo como me dicta su recuerdo, pero sí que en cuanto a coherencia e integración de sus diversas partes no hay por donde cogerlo. Así la cosas, no veo fácil volver a buscar el arrullo del frío abrazo de un grupo que ha perdido toda su razón de ser.
★★☆☆☆
No hay comentarios:
Publicar un comentario