POWER POP. Los de Nueva Jersey llevaban fogueándose en la escena desde 1980 hasta que publicaron este álbum. Puedo imaginar el gozo de su líder, Pat DiNizio, que había trabajado de portero de un club de estriptis y de basurero, cuando empezó a sentir que podía vivir de cantar y tocar la guitarra. Una sensación que le llegó a los 31 años, una edad no precisamente temprana para esto del rock and roll. Pero una edad que le daba la experiencia necesaria para entregar esta excelente colección de postales de amor y desgarro, una obra sólida hasta lo irrompible.
En este trabajo ya se pueden detectar todos los ingredientes del sonido Smithereens. Ese power pop en el que se mimetizan a la perfección en los Attractions de Elvis Costello. Hasta la voz de DiNizio suena en muchos temas como la del británico. También, esa influencia del pop sesentero de The Beatles a The Who. Y cómo no, la vertiente norteamericana que deja colar retazos de country junto al tintineo inevitable de los Byrds. Si a todo esto le sumamos una base rítmica sencilla pero inexpugnable, tendremos el secreto de un sonido maravilloso, tan pop como contundente y tan emotivo como elegante. Un sonido que desarrollarían y harían crecer en discos posteriores, pero que no sé yo si consiguieron volver hacer brillar como en este estreno tan sugerente y atractivo.
No era fácil seguir esta estela. Como he dicho arriba, estas canciones fueron fraguándose durante seis años. Por eso este estreno suena tan conjuntado y tan hecho. Por eso parece casi un grandes éxitos. Y por eso no pudieron superarlo (quizá ni igualarlo). La profesionalidad ayuda, qué duda cabe, pero no tiene nada que hacer si la enfrentamos a la espontaneidad recién cortada.
★★★★☆
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