Rogue's Gallery: Pirate Ballads, Sea Songs & Chanteys (Hal Willner, VV.AA., 2006)
CANCIÓN PIRATA. Hal Willner parece tener fijación por los olvidados, los que no están de moda, todas esas músicas que se salen de lo esperado, pero que albergan una vida en su interior que hacen de ese ninguneo algo imperdonable. Figuras tan gigantescas, pero no siempre justamente ponderadas, como Charles Mingus, Thelonious Monk o Kurt Weill han disfrutado de su atención en forma de homenaje.
Esta vez el productor fija su mirada en un género perdido y hundido en los océanos más remotos. Bueno, he dicho género, así con toda la cara, como si las cancioncillas que han cantado los marineros toda su vida pudieran ser acreedoras de tal apelativo. Pero no se crean, tras sumergirme en estas tonadas ancestrales con ese olor a salitre y al sudor de los pescadores, a la sangre y el metal de los piratas, a la tierra mojada de las costas y los acantilados... Tras una inmersión a pulmón, digo, que amenazaba con hacer estallar mis pulmones, puedo decir que si esto no está considerado un género en sí mismo, debería estarlo.
Esta colección milimétrica en detallismo y enciclopédica en envergadura es una de esas cosas que no pueden ni necesitan explicarse. A cualquiera que le guste cantar, y con esto quiero decir a cualquiera que le palpite el corazón, le gustará esto de todas todas. Por esa vibración melódica única que te va a hacer sentir cosas que ningún otro género podrá, porque esto no deja de ser folk y del más sentido y auténtico, por sus conexiones con la música tradicional irlandesa... Demasiados motivos para no caer rendido ante la penúltima invención de un Hal Willner que una vez más ha vuelto a dar en el clavo. Y no parece con ganas de fallar el golpe.
★★★☆☆
Esto es una actualización, no una recreación. Por eso resulta a veces complicado atisbar el brillo metálico de los arpones o la espuma de las olas entre tanto teclado y tanto arreglo moderno, pero sí que en un buen puñado de estos temas podemos imbuirnos del espíritu marinero que inspiró el proyecto. Incluso en cosas tan poco bucaneras como ese Lou Reed cantando con su mala follá habitual sobre un colchón de órgano. Hasta eso suena a mar. Me gustaría decir que se me aparece el espíritu del capitán Ahab cada vez que escucho esta obra. No es así, pero sí que me dan ganas de coger el petate y echarme a la mar. Yo que sé, llamadme Ismael.
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