viernes, 6 de enero de 2023

Au revoir, monsieur!

Les adieux à l'Olympia (Jacques Brel, 2005) [VIDEO]

 

CHANSON. Increíble. Imprescindible. Esencial. La verdad es que cuesta encontrar calificativos que puedan describir la magnitud de esto. Aquí se ve por qué Brel está considerado como "el mejor cantante de todos los tiempos" por más de uno, servidor a la cabeza. Tras presenciar tamaña demostración, puedo afirmar que el título no es gratuito. 

Aquí podemos ser testigos directos de esa leyenda que dice que el belga no solo canta con la garganta, sino con todo el cuerpo. Se desgañita, salta, gime, llora, baila (o algo así), y nos regala todo un repertorio de gestos y muecas que subrayan lo que nos está contando en unas canciones eternas. Los saltitos tontos en "Le cheval", los movimientos metronómicos de su brazo marcando el crescendo de "Fils de", que hacen que parezca que la música sale de ellos, la emoción a flor de piel que transmite en la interpretación de "Les vieux", o el ruido casi obsceno al sorber la sopa fría en "Ces gens là" son solo algunos de los momentos memorables de este concierto. 

En cuanto a la puesta en escena habría que decir que sobrecoge. Jacques con traje negro y camisa blanca y un foco (los músicos están en las tinieblas durante la mayor parte de la película). Nada más. Parquedad estética que hace más ancha la grieta que la separa de la enorme exuberancia emocional del recital. Porque él sabe de qué va esto, de sentimientos y de dejarnos con el corazón en un puño. Después de esta demostración nos dejaría huérfanos de su arte sobre las tablas, pero al menos su despedida quedó inmortalizada para la posteridad para poder enseñársela a los que vendrán detrás. Por siempre jamás.


1 Le cheval
2 Fils de
3 Jacky
4 Le gaz
5 Les vieux
6 Les bigotes
7 Mon enfance
8 Mathilde
9 Ces gens là
10 Amsterdam
11 Les bonbons 67
12 Jef
13 Au suivant
14 Le plat pays
15 Madeleine 
 
Total: 61 min.

No se puede decir que Brel lo dejara por agotamiento, al menos no artístico. Pleno de inspiración y entregando sus mejores obras, después de una actuación en Laon a principios del verano de 1966 fue cuando tomó la decisión de retirarse. El motivo, la repetición maquinal de un pareado, un error nimio que para él fue demasiado. Ante el pavor de convertirse en un mono que repite el mismo truco perdiendo la honestidad que lo hacía vivir sus canciones como ningún otro, decidió que lo dejaba.

Y así lo hizo. Menos de un año después dio su último concierto en Roubaix una vez que saldó todos sus compromisos contractuales y cumplió su palabra de no volver a pisar la escena salvo para poner en marcha su adaptación del musical L'homme de la Mancha poco después. Esto y unas cuantas intervenciones como actor y director en el cine fue lo más cerca que estuvo de un escenario desde ese momento. Eso que nos perdimos, aunque no se puede negar que a íntegro nadie gana al de Schaerbeek.

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