Big World (Joe Jackson, 1986)
ART POP. David Ian Jackson llevaba casi una década tratando de abrirse paso en el mundo de la música cuando decidió dar el arriesgado paso que supondría este álbum. No iba a ser el primero en grabar un directo con material original y desconocido por sus seguidores, pero eso no le quitaba peligro a dicha decisión. Para ello se fue al teatro Roundabout de Nueva York, donde registró este concierto compuesto por canciones relacionadas con el viaje y las tensas relaciones internacionales posteriores a la 2ª Guerra Mundial.
El disco se hace notorio desde la primera escucha por el silencio reinante, el cual favorece un sonido inmaculado que inmediatamente relacionamos con la pericia mayestática de cantante e instrumentistas. Jackson parece que exigió al público un silencio sepulcral mientras se registraban los temas, cosa que tenía su sentido para él, ya que al ser nuevos, la audiencia no podía estar totalmente segura de cuándo acababan realmente. Si esto es cierto, el público respondió de maravilla a dichos requerimientos sin "estropear" ninguna canción y haciendo posible una grabación de una calidad extraordinaria.
También es cierto que como disco en vivo pierde ese componente de calidez y sudor a cambio de una frialdad tan quirúrgica como epatante. Quizás era lo que buscaba para unas canciones que más que exóticas calificaría de cosmopolitas. El fiel reflejo de un compositor experimentado y elegante, un auténtico paladeador de sonoridades foráneas y acentos extranjeros. Todo un dandy de la canción en la línea de los más grandes, de Bowie a Byrne, de Eno a Sylvian. A ese nivel se maneja aquí el británico durante la hora justa que dura un álbum que también cuenta con la característica de ocupar tres caras de vinilo, dejando la última en blanco. No es que falte una cara, al venderlo a precio de álbum sencillo, estoy regalando una de más, decía Jackson. Un artista de pies a cabeza, vamos.
Todo lo cual no quita que a pesar de la precisión y la entrega con la que se manejan la banda y el cantante, por mucho que sean irrebatibles la maestría y el equilibrio en la arquitectura compositiva de los temas, y en definitiva, muy a pesar de la calidad inmaculada que resuena durante esta hora de gloriosa perfección, no puedo decir que el álbum me mate. Y es que, aunque solo sea en el pequeño reducto de esta reseña, lo que manda es mi opinión y las sensaciones que me provoca este trabajo. Y toda esta percepción se llena de frío y distancia. Todo lo opuesto a lo que debería ser un disco en directo. Algo que no es malo de por sí y que da originalidad a un trabajo, creo que lo he dejado claro, mayestático como una mole de hielo negro en la Antártida.
★★★☆☆
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