Spillane (John Zorn, 1987)
JAZZ BLUES EXPERIMENTAL. Así nacen los mitos. Un decir, cuando Zorn ya llevaba tropecientas grabaciones a sus espaldas, ya fuera en solitario o con cualquiera de sus infinitas colaboraciones o mutaciones. Discos inabarcables todos en todos los sentidos. Lo que sí es cierto es que aquí reventó la banca a base de bien. Porque estamos ante un álbum que solo puede ser descrito desde la inmensidad. Un momento crucial en el que el neoyorquino hunde sus tentáculos en las raíces y nos regala dosis megalomaníacas de jazz sinuoso y blues agreste, vanguardia desquiciante y la tradición más respetuosa.
Y por supuesto, todas estas palabras dan fe de una profundidad y un absolutismo que solo pueden ser descritos como atroces. Para empezar, solo podemos zambullirnos de lleno en él si sobrevivimos al ataque de veinticinco minutos de la hidra multicéfala que es "Spillane", la canción. Una pieza que titula el álbum y que homenajea sin tapujos a Mickey Spillane, escritor de novela negra, padre de Mike Hammer y guionista de cómics.
Ya lo he dicho, pero por si alguien no lo ha pillado aún, repetiré que hay de todo en este disco VISUAL y cinemático. Banda sonora de una película que no existe más que en la música, y que es de terror y misterio, sesuda y humana. Un álbum para el que el saxofonista repartió entre sus secuaces unas tarjetas con unas pocas pinceladas de las escenas de las novelas de Spillane que iban a retratar. Porque de eso se trataba aunque no se lo crean. Después salió lo que salió. Cosas de la libertad extrema.
Dos piezas más completan el atentado. Por un lado, un desarrollo de blues elástico e infatigable, y para cerrar, una pieza experimentalísima para voz, cuarteto de cuerda y giradiscos, cuya descripción habla por sí sola. Habla de lo inimitable de una obra que, sin ser para todos los días, todo el mundo debería visitar siquiera una vez en su vida. No porque vaya a cambiársela, sino porque seguro que le va a ayudar a replantearse muchas cosas en esto de la melomanía. Seguro que Spillane podría haber sido mejor, pero me parece injusto pedirle más a un disco que me inquieta tanto como me enamora. Música para la vista, señoras y señores. Mantengan los ojos abiertos, por favor.
★★★★☆
Total: 53:50
La figura de Mickey Spillane, la noche y el humo que pueblan sus novelas detectivescas y sus cómics, van como anillo al dedo a un John Zorn que siempre se las ha ingeniado para construir sus álbumes alrededor de almas gemelas, historias truculentas o atmósferas pesadillescas que puedan justificar su música. Si el disco saliera hoy día, podría estar dedicado a James Ellroy, pero a mediados de los 80 Spillane era el rey, qué duda cabe.Escritor y músico parecen convivir a las mil maravillas en un disco que hay que oír para creerse. Pocas veces una obra musical ha resultado tan efectiva a la hora de conjurar las imágenes que se nos agolpan en la retina mientras la escuchamos. Imágenes tópicas, pero de un poder de evocación que las hace casi adictivas. Exactamente igual que una buena película (o que la barbaridad más grande que nos pueda ofrecer la serie B).
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