The Essential Johnny Cash 1955-1983 (Johnny Cash, 1992) [RECOPILATORIO]
COUNTRY. Resumir la obra de un titán de las dimensiones de Johnny Cash es siempre una tarea ardua, casi imposible. Ni aunque te dejen tres CDs para llenar te vas a quedar satisfecho con lo que has metido en ellos, y más que alegrarte por lo que hay, vas a echar más de una lagrimita por lo que falta.
Y aunque ese es el caso en este cofre maravilloso, lo cierto es que es tanto lo que contiene, es tanta la gloria ante la que maravillarnos, que lo único que podemos hacer es disfrutar de todas estas baladas de asesinato, de estas historias de la frontera, de estas canciones de amor, muerte y redención. Los temas, las obsesiones y las certezas que han hecho de Johnny Cash una de las figuras capitales de la música popular en cualquier lengua.
Una figura que empezó su andadura huyendo del trabajo en el campo al que parecían condenarlo sus raíces familiares. Un niño que siempre quiso cantar góspel, y que lo acabó haciendo, aunque fuera en forma de country, folk y algo de rockabilly. Con un estilo propio que surgió ante la petición de Sam Phillips, de Sun Records, de que dejara el góspel canónico y le ofreciera temas propios. Así nacieron "Hey Porter" y "Cry, Cry, Cry", canciones que Cash no creía que tuvieran valor alguno, pero que el productor grabó con gusto para abrirle las puertas de la fama.
El resto es historia. Cientos de singles, casi ochenta álbumes y el asentamiento del cantante como auténtico mito viviente. En esos primeros años, los de la fama instantánea, giró con Elvis, inició su relación con las anfetaminas y empezó a desplegar los poderes de una voz inigualable. Una mezcla de gravedad abisal y de calidez acariciante. Un instrumento de un poder infinito sobre el que construir su leyenda. Eso, junto a ese estilo cardiaco a la guitarra, ese boom chicka boom tan ferroviario y tan adictivo, es probablemente su sello más distintivo y su legado para la eternidad. Sin olvidar, cómo no, ese arte escritural que lo diferenciaba de su amigo Elvis. Porque no es que Cash solo escribiera sus canciones, sino que en sus letras podemos encontrarnos el ADN del mejor country por los siglos de los siglos. En sus historias de perdedores, de venganza y de gente necesitada de una expiación como cuestión de vida o muerte es donde podemos perdernos para siempre a la hora de tasar la enormidad de este gigante.
Después vendría su amistad y adoración por Bob Dylan, sus conciertos en prisiones, su etapa de hundimiento popular en los 80 y primeros 90, y su reactivación por parte de Rick Rubin con su serie American, otro hito que queda para otro momento. Al fin y al cabo esta colección se queda en 1983, en plena cresta de una ola que pocos han tenido la suerte de poder surfear. Cash lo hizo con gracia, curándose sus heridas en público, sin ocultar nada, con sus mil demonios y su voz, esa voz, la que queremos oír sin parar, la que queremos siempre a nuestro lado. Una voz con la que podía cantar lo que quisiera y a la que siempre volveremos desesperados en busca de consuelo. Con todas las críticas que se le quieran poner a este cofre, no se me ocurre mejor regalo de parte de este genio inconmensurable.★★★★★
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