Los recopilatorios, esos discos que a todos parecen gustarnos, pero que al final no nos satisfacen en absoluto. O acaban siendo redundantes o tienen huecos inmensos en su selección o simplemente no añaden nada a lo que ya sabemos de nuestros artistas favoritos.
Sin embargo, hay veces en las que los recopilatorios se convierten en necesarios, atractivos o incluso fundamentales en nuestra colección. Son esos extraños artefactos que cumplen alguno de estos requisitos (en los mejores casos, varios de ellos):
- Representan a la perfección todo lo que necesitamos del artista en cuestión. Esto suele pasar cuando el artista no es de los que factura álbumes redondos gastando todas sus fuerzas en los singles y poco más.
- Recogen una etapa importante del artista o son integrales en el caso de que este no grabara LPs por pertenecer a una época en la que simplemente no se hacía eso o porque no llegó a tener la pujanza necesaria para que le dejaran hacerlo.
- Completan huecos indispensables en la discografía del artista en cuestión. Ya sea en forma de caras B o de rarezas no editadas en sus discos oficiales, la calidad de estas canciones hacen ineludible la cita con la compilación de las mismas.
Habrá más motivos, pero creo que estos son los fundamentales a la hora de encumbrar a una colección de grabaciones sin hogar al altar que solo pueden ocupar los trabajos más fundamentales e inmarcesibles de nuestro catálogo de favoritos. Los otros, los más normalitos, los que buscan hacer caja, también pueden disfrutarse, pero enseguida nos damos cuenta de que son otra cosa. Chucherías que nos hacen pasar el rato, pero que no merecen ese lugar especial en el corazón que todos estos sí que se han ganado a base de bien.
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Este documento es el santo grial, la biblia para el aficionado a ese pop facturado para tararear y disfrutar en las tardes de lluvia. Una música tan inmediata, tan bien hecha y tan redonda que parece fácil cuando en realidad es lo más difícil del mundo. Gente como Burt Bacharach nos cuelan joyas absolutas con el aspecto de bagatelas sin valor. Solo la escucha atenta hace que se supere el prejuicio a lo inmediato y que entronicemos a este hacedor de canciones como uno de los grandes genios del siglo XX. En un campo al que acabó dando un prestigio que puede que se olvide a menudo, pero que para los grandes gourmets siempre va a estar vigente. Y si no me creen, zambúllanse en este cofre. No van a querer salir.
Seminal. Fundacional. Increíble. Es casi imposible exagerar el valor de esta caja recopilatoria repleta de joyas rarísimas de una incipiente psicodelia que a mediados de los 60 no dejaba de ser una excentricidad. La importancia de la compilación realizada por Jac Holzman y Lenny Kaye radica en su carácter investigador. El hecho de que se componga de grupos desconocidos en su mayoría de un movimiento ya de por sí marginal, no hace más que aumentar su cotización. Estos Nuggets… nos descubren planetas por explorar. Más allá de los más o menos famosetes The Sonics, The 13th Floor Elevators, The Electric Prunes o Captain Beefheart podemos encontrar un buen puñado de motivos para refocilarnos en andanadas de fuzz y sonidos ácidos en forma de rock de garaje, psicodelia reverberante o pop caleidoscópico. (...)
8 Star Time (James Brown, 1991)
Todo el mundo ama a James Brown. Al menos la gente de bien, tampoco exageremos. Lo que no quita que admitamos que el Padrino del Soul, Mr. Dynamite, el workaholic del mundo del espectáculo, no tenga muchos de esos discos que llamamos redondos. En directo es otra cosa, ahí parte la pana, pero lo que es en el estudio me temo que, entre tanta repetición de temas y caos general, su discografía adolece de hitos memorables. (...)
El arte del sonido comprimido, del muro de sonido, de una forma de producir en la que nadie creía al principio y que al final resultó que nadie podía creerse. Phil Spector moldeando a un grupo de artistas a su antojo, pero dándoles a la vez un poder sobrehumano para proyectarse, brillar y estamparte contra la pared con una potencia inaudita. El soul nunca había sonado así. El doo wop nunca había sabido a esto. Gracias a un genio del estudio que aquí todavía podía controlar sus demonios para hacernos tocar el cielo.
6 The Complete Recordings (Robert Johnson, 1990)
Robert Johnson es una de esas figuras esenciales que hay que conocer para comprender la historia de la música. Vivió mucho en sus escasos 27 años, engulló la vida y nos dejó un puñadito de grabaciones tan magro y diminuto como valioso. Apenas tres docenas y media de perlas que refulgen y vibran con la misma fuerza que cuando fueron grabadas hace ya casi un siglo. El poder de Johnson está más que a la vista y ni el sonido deficiente de estas piezas de arqueología puede empañarlo. (...)
Miembro de facto de la Generación Beat, cineasta experimental, precursor del jipismo, psiconauta empecinado en la exploración de la mente a través de diversas sustancias... El valor de lo que hizo Harry Smith con su labor de investigación y compilación es incalculable, no solo para la música tradicional, sino para todo lo que vino después, esto es, absolutamente todo lo que podemos llamar hoy música popular. Por supuesto, en el mundo anglosajón, que no nos escandalicemos, es el más influyente en cualquier faceta de la cultura, como mínimo, desde mediados del siglo XIX. (...)
4 Singles Collection: The London Years (The Rolling Stones, 1989)
La importancia de este triple CD recopilatorio es tal que en sus tres horas contiene prácticamente todo lo esencial que debes conocer de una banda de la estatura mítica de los Rolling Stones. Cubriendo el espacio temporal entre 1963 y 1971, se basta y se sobra para hacer superfluas maravillas incontestables como Exile on Main Street (1972), que no entró en la selección, o el hecho de que no incluya auténticas joyas que sí que están en los álbumes de la época que glosa. (...)
Este cofre del tesoro alberga el registro sonoro del auténtico big bang en la historia de la música. "Antes de Elvis no había nada", eso decía John Lennon. Y se quedaba tan ancho. Con la tranquilidad que da el decir las verdades a la cara. Con la satisfacción de escupir en el rostro de esos críticos avejentados y estirados. Esos popes sobrealimentados a base de óperas y música clásica, incapaces de ver más allá de sus atriles y enterrados en vida por los tratados del buen gusto y de la alta cultura.
En el pecado llevan la penitencia, pues se pierden la vibración esencial, el latigazo cervical de la que puede ser la música más excitante, epidérmica y física de la creación. El rock certifica su derecho a colear y bullir con el resumen más avasallador, concentrado y salvaje del más grande. Elvis Pelvis, colaborador necesario, cómplice habitual en la perpetración de un crimen contra natura. Si no el creador, sí el impulsor más universal de un género que en un par de años pasó de los pañales a la mayoría de edad. Quemando etapas, sin hacer paradas, directo a su destino ineludible con la eternidad. (...)
Este doble álbum pasa por ser la colección definitiva del genio de Alabama. Este ser sagrado, white trash de manual, ángel y demonio, es uno de los pocos cantautores que pueden presumir de haberle cambiado la cara a la música popular. No es gratuito que Leonard Cohen lo situara cien pisos encima de él en su metafórica torre de la canción ("Tower of Song" (1988)). En el mismo piso, seguramente, que luminarias eternas como Cole Porter o los hermanos Gershwin. Esto es algo que para muchos podría sonar exagerado, pero que no lo es en absoluto cuando nos referimos al hombre destinado a diseñar el libro de estilo de todo el country moderno.
Su carrera musical duró solo quince años, entre 1937 y 1952, pero su huella en la música de raíces e incluso en el nacimiento del rock and roll es indeleble. Murió de manera inesperada en la nochevieja de 1952, habiendo sentado las bases del country a partir de su mezcla de blues y música cajun, con un cancionero eterno que aparece ampliamente documentado en este disco glorioso. No hay que olvidar que en la época, los LPs no eran el objeto artístico que son hoy. Eran contenedores de singles agrupados con más o menos acierto. Además, su precio elevado los hacían un objeto casi de lujo al lado de los singles que nutrían las jukeboxes de toda Norteamérica y los salones de una clase media vapuleada tras la Gran Depresión, pero que empezaba a recuperarse. (...)
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El big bang estallando en tus oídos en un glorioso disco doble que glosa el poder y la gloria del rock 'n' roll. El inicio, la matriz, el origen de un sonido que ha dominado la música popular desde su surgimiento. Y si esta no es su partida de nacimiento poco le falta. Chuck Berry fue decisivo a la hora de dar forma a todo este rollo. Si no fue el único sí que fue el más importante. Que me perdonen Elvis y Little Richard, Fats Domino y Bo Diddley.
Berry dominó y definió todo lo que debía tener un músico de rock. El apartado compositivo con temas afilados como cuchillas. La inclusión de esos solos demoníacos. El aspecto gestual y guasón que copiarían tantos y tantos guitarristas y frontmen futuros. Y no olvidemos las letras, livianas y llenas de sentido en su hedonismo. Un cóctel que apelaba al instinto y a lo atávico del ser humano. Una combinación en la que la jeta se antepone a lo intelectual, lo espontáneo a lo pomposo. Todos podéis hacerlo, parecía decir. Y aún así cualquiera se daba cuenta de que esa maestría no estaba al alcance de cualquiera.
Estas veintiocho canciones son un contenido mínimo en cualquier currículum que pretenda glosar las enseñanzas del rock. Ellas solas componen un temario imprescindible para todo el que pretenda saber de qué va esto. Imparten magisterio pero a la vez son una gozada por mucho tiempo que pase. No hay lugar para la duda. Todo un monumento a la música popular en cualquiera de sus vertientes. Después de esto nada volvería a ser igual. ¡Cágate Beethoven, lo tienes crudo!
... ¡Y 20 MÁS!
Y para seguir la fiesta, porque diez siempre van a ser pocos, añadimos otros veinte que podían haber estado aquí perfectamente. Sin órdenes ni jerarquías más allá de lo cronológico. Para seguir disfrutando... ¡Y que no pare!
Genius of Modern Music Vol. 1 & 2 (Thelonious Monk, 1951-52)
Estamos ante todo un monumento a un músico genial. Thelonious Monk es un gigante y un visionario imprescindible para cualquier melómano y los dos volúmenes de Genius of Modern Music son parada obligada no solo para el aficionado al jazz. Son dos discos esenciales en cualquier colección seria, auténticos tratados de jazz melódico y rabioso y de deconstrucción pianística en toda regla. Porque estos documentos primerizos demuestran por qué fue tan criticado y por qué es tan alabado. Como Picasso tuvo que lidiar con la incomprensión de aquellos que veían su arte como menor y su vanguardia como incapacidad. (...)
Smash Hits (The Jimi Hendrix Experience, 1968)
Hay recopilatorios que no aportan nada, hechos con desgana, funcionariales, para hacer caja... Y hay recopilatorios como este: jugosos, explosivos, adictivos, imprescindibles... No se me ocurre compilación más esencial para introducirse o completar el cuadro de un artista. Así de amplios y esenciales son estos cuarenta minutos en los que Jimi Hendrix levanta acta de una revolución que todavía hoy sigue haciendo pupita. (...)
La no wave fue un movimiento tan breve como intenso, una suerte de ave fénix devorada en su propio fuego que no podía resurgir de sus cenizas. Así era de virulenta la conflagración que invocaban este puñado de bandas que han sido auténticos padres para el rock de vanguardia y el noise que reventaría en los 80 con bandas como, sí lo voy a decir, Sonic Youth. Este recopilatorio seminal marcó una época. De eso hay poca duda. Las mismas que tuvo un Brian Eno en estado de gracia para fijarse en estas cuatro bandas. Los terroristas sonoros que las forman se cuentan entre lo más granado de la escoria que poblaba los clubs neoyorquinos a finales de los 70. (...)
Los Buzzcocks construyen su obra maestra a base de singles incontestables. Como si estuvieran destinados a hacer crecer este disco desde que fueran publicados, observamos aquí la construcción del punk desde sus inicios como una música rabiosamente perfecta en su ataque frontal al pop para volver a convertirlo en la música vibrante, fresca e ineludiblemente contagiosa que nunca debió dejar de ser. Un discazo que actúa de recordatorio de las mejores virtudes de una música frenética, efervescente y apasionada hasta el tuétano.
The Singles 81->85 (Depeche Mode, 1985)
Punto y final para una época efervescente y vibrante para el combo de Basildon. A mí mismo me parece mentira, pero hay un buen puñado de razones para que yo, siempre tan contrario a miserables recopilatorios, rinda pleitesía a este compendio y lo sitúe, cuesta creerlo, como el mejor disco de Depeche Mode. Así de claro. (...)
Hay personas que se toman la vida con otro ritmo. Gente para la que los términos "intensidad", "prisa" o "emoción" se interpretan de manera personal e intransferible. Gente con un sentido artístico y estético irrenunciable. Gente en continua disputa con el tiempo, el espacio y sus propias circunstancias personales. Gente como Battiato y los que escuchan a Battiato. Y luego están los demás. Los que no le escuchan. Los que se pierden ese humanismo tan suyo, ya sea porque lo consideran desconectado del mundo, pasado de moda o simplemente porque no se han parado a escuchar o lo desconocen. (...)
The Cure hacen bien hasta los recopilatorios. Hasta en ellos dejan un toque especial que los hace necesarios aun teniendo todos sus discos, digamos, oficiales. Por supuesto, para empezar, señalaremos que en todos estos singles que cubren el periodo entre 1978 y 1985 encontramos el mejor resumen posible de una carrera que muestra una evolución y un inconformismo constantes. (...)
Aquí está el viaje paralelo de Joy Division, su trayecto por carreteras secundarias que llevaron a cabo a la par de una carrera rutilante y corta como un suspiro. Y no se puede decir que el paisaje sea menos exuberante que el de sus LPs. Estas canciones se ganan por sí mismas su derecho a existir y se nos clavan en el alma como una daga. No es que no sean menos que sus hermanas. Es que son exactamente igual de importantes. (...)
Complete Discography (Minor Threat, 1989)
Aquí se recoge todo lo que grabaron Minor Threat. O todo lo que importa al menos. Un pepinazo repleto de ese hardcore directo y contundente que siempre facturaron los de Washington D.C. Si flipas con Fugazi pero no conoces los movimientos previos del gran Ian MacKaye, ya estás tardando en empaparte de esta dosis letal de velocidad espídica, alaridos con todo el sentido del mundo y una energía tan epidérmica que no te va a dejar parar ni un segundo.
The Immaculate Collection (Madonna, 1990)
Como el agua. Así de necesario es este disco para todo amante de la buena música. Sí, que nadie se extrañe ni se rasgue las vestiduras. Su carácter esencial radica en servir de testigo sonoro de una artista algo distorsionada hoy. Recordatorio excelso de lo que Madonna ha hecho en su vida, de sus gozos, de sus éxitos y ¿por qué no? de alguna miseria. En resumen, de lo que Madonna es y de lo que ha significado. Digo todo esto porque al nivel que está ahora, en el podio de diosa intocable en el que habita, se la aprecia distante con su parafernalia de plástico y su cerebro certero para los negocios. Una vida orientada por y para el éxito. (...)
Al oir este auténtico cofre del tesoro, esta joya hecha para ser atesorada de por vida entre nuestras posesiones más valiosas, a cualquiera le queda claro que Howlin' Wolf era mucho más grande de lo que sus casi dos metros de altura y más de ciento treinta kilos de peso voceaban a los cuatro vientos. Un auténtico animal que vivió el blues como pocos para darle forma desde esa Chess Records en la que reinó junto a un Muddy Waters, que era mucho más que un enemigo íntimo. (...)
Aquí da comienzo esa gloriosa colección llamada The Bootleg Series, una auténtica gozada dentro del proceloso canon dylaniano. Su función es clara: poner orden y limpieza en el canon oculto del Bardo, carne de piratas de toda clase y que no siempre hacen justicia a unas canciones que en muchísimos casos merecen ser conocidas por el gran público. No hay que ser muy generoso para afirmar que prácticamente todo lo que suena aquí tiene un valor incalculable y que pocas cosas palidecen enfrentadas a la producción oficial del de Duluth. (...)
The Essential Johnny Cash 1955-1983 (Johnny Cash, 1992)
Resumir la obra de un titán de las dimensiones de Johnny Cash es siempre una tarea ardua, casi imposible. Ni aunque te dejen tres CDs para llenar te vas a quedar satisfecho con lo que has metido en ellos, y más que alegrarte por lo que hay, vas a echar más de una lagrimita por lo que falta.
Y aunque ese es el caso en este cofre maravilloso, lo cierto es que es tanto lo que contiene, es tanta la gloria ante la que maravillarnos, que lo único que podemos hacer es disfrutar de todas estas baladas de asesinato, de estas historias de la frontera, de estas canciones de amor, muerte y redención. Los temas, las obsesiones y las certezas que han hecho de Johnny Cash una de las figuras capitales de la música popular en cualquier lengua. (...)
The Early Singles (Pink Floyd, 1992)
Sacar este recopilatorio en medio de los fastos engolados de Delicate Sound of Thunder (1988) y The Division Bell (1994) me parece de lo más necesario. Para que nunca se olvide que el nombre de Pink Floyd, que ha acabado agenciándose David Gilmour, es como poco multifacetado. Aquí se recogen los primeros singles del grupo, todos, excepto "The Scarecrow", no incluidos en ningún LP de la banda. En orden cronológico podemos disfrutar de algunos de los escasos y gloriosos momentos grabados del grupo con Syd Barrett, entre ellos la maravillosa "See Emily Play". (...)
Dizzy Gillespie es uno de los gigantes más idolatrados de la música norteamericana. No es de extrañar, a sus dotes sobrehumanas con la trompeta hay que añadir el ser instigador directo y arquitecto de ese sonido que alguien llamó "la cosa", ese bebop con el que revolucionó y dio forma al jazz moderno. No lo hizo solo, Charlie Parker entre otros también tiene mucho que decir al respecto, pero Dizzy puede presumir de ser el padre espiritual de todos al otorgarle el componente intelectual al movimiento. (...)
Gigante de gigantes, este anarquista convencido es una de las figuras más decisivas e imprescindibles de la música francesa, europea y casi diría que mundial. Cantautor fino, poeta inmenso, Brassens recibió reconocimiento desde todos los ángulos. Más allá de sus rasgueos a la guitarra, es ampliamente considerado uno de los mejores poetas franceses de la posguerra, llegando a ganar el Premio Nacional de Poesía, algo que habla por sí solo de lo que podemos esperarnos del verbo del de Sète. (...)
The Essential Bessie Smith (Bessie Smith, 1997)
Bessie Smith es un mito de la música, un hito inexcusable para cualquiera que se acerque al blues. Nacida en el duro sur estadounidense a finales del siglo XIX, la "Emperatriz del Blues" tuvo que arrastrar una cruz triple. En su condición de mujer, negra y cantante, necesitó de toda su personalidad y su valor para salir adelante. La suerte que tuvo es que le sobraban ambos. Esto catalizó en interpretaciones torrenciales de una autoridad intimidante. (...)
The Best of the Black President (Fela Kuti, 1999)
Sumergirse en las procelosas aguas de la vasta discografía de este gigante invita al pánico. Qué mejor que una buena recopilación para abrir boca. Esta se me antoja magnífica. Un suculento disco doble preñado de jazz africano, letanías vudú y funk yoruba. Fiel y multiperspectivista retrato de este tornado de hombre, el presidente negro, el que trae la muerte a sus enemigos, un auténtico luchador que nos dejó demasiado pronto y que conocemos demasiado poco. El impulsor y el dueño del baile caliente de los desheredados. (...)
Henry Mancini es uno de esos genios que casi nadie tiene en cuenta. Quizás porque lo que hace se da por supuesto. O porque el poder de las imágenes impregna tanto su música que parece que no somos plenamente conscientes de ella. La sentimos, nos hace estremecer, pero se lo achacamos a la película, a la actriz, al director. Una injusticia flagrante que este disco viene a poner en evidencia y a enmendar para siempre. (...)
Menudo atracón. Esta es la caja recopilatoria que se antoja definitiva sobre el genio de Mississippi. Se titula Hooker y glosa en 4 CDs el grueso de la suculenta y longeva carrera del bluesman. O buena parte, porque tratar resumir sus 58 álbumes de estudio, 24 en directo, 16 EPs y 117 singles siempre va a ser imposible. Y eso que aquí hay más de cinco horas de música. Aun así, todo lo que contiene reluce y el empaquetado seduce con un libreto que detalla la biografía del guitarrista y su progresión inmaculada y casi inapreciable desde unos comienzos a base de palo, acero y zapateado, hasta codearse con bandas y admiradores que colaboraban rendidos a sus pies. Y digo casi inapreciable, porque el estilo sobrio, repetitivo y circular de Hooker no se presta ni a grandes alardes por su parte ni a esperar dulzura o variedad por la nuestra. No en vano es el más africano de los bluesmen del nuevo continente. El hermano de Ali Farka Touré. Atávico, chamánico, abisal. (...)
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