Las golondrinas etcétera (Josele Santiago, 2004)
ROCK DE AUTOR. Disueltos los Enemigos, ahí es nada, Josele Santiago se saca de la manga un disco tozudo como solo él podría hacerlo. Tozudo desde la portada, donde Josele se empeña en tirar de un burro que no pone mucho de su parte. A ver quién puede más. Y ya represente el burro su pasado, sus cargas o su dolor, el resultado da al cantautor como vencedor. No parecía tenerlas todas consigo, pero no confiar en el poder de su pluma se revela aquí como una auténtica locura. Josele siempre ha tenido el don, el duende, el mojo, y si ahora decide despojarlo de la barbarie eléctrica de su banda de toda la vida, todo lo que puede pasar es lo que acaba pasando: que sus letras brillen como nunca para dejarnos claro que lo suyo es mucho más de lo que creíamos, incluso los más fieles.
Obcecado con sacar adelante un proyecto vibrante como difícilmente se ve en el panorama patrio, y con la pluma afilada como nunca, nos regala unas reflexiones de crudeza devastadora. Un conjunto de canciones que son una auténtica obra maestra en la que es capaz de sorprendernos con esa versión en clave tango-jazz-blues que es "Con las manos vacías", o el trío inicial, pura crónica emocional en negro. Una negrura que le ayuda a encarar la recta final con humor oscurísimo ("Tragón"), desolación existencial ("Soldado limpiando el fusil") y elegancia irónica ("Mierda de mago"). Todo para recordarnos al final que lo que más le gusta desde siempre es el rhythm & blues más socarrón y cañí ("Rompes mi canción").
Josele, ¿no quedamos en que esta canción no iba a ser de amor? Desde luego, tú sí que eres borrico.
★★★★☆
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