PSICODELIA. Resulta curiosísimo cómo el señor Ayers va dulcificando su propuesta hasta hacerla cada vez más accesible sin perder ni un ápice del filo ni de la profundidad en su arte. Que todo suene más en su sitio, más comprensible y más hermoso o crudo, que haya guitarras más guitarreras que nunca y pianos más pulsados de lo que podíamos esperar, redunda en que nos la acabe colando de una manera deliciosa. Porque al final todo esto no es más que un disfraz para poder disertar sin brida, para poder escribir sobre sueños dentro de otros sueños hasta convertir la experiencia onírica en un acto colectivo. Escuchen y maravíllense con la pieza de ocho minutos y pico que constituye el corazón y las entrañas del disco para entender por dónde voy.
O deléitense con la inmediatez contagiosa de "Day by Day", o con el bucle experimental de "Ballbearing Blues", o con la pereza otoñal de "Everybody's Sometime and Some People's All the Time Blues". Hay tanto donde escoger, tanto y tan diferente, que es un milagro que el disco no solo no haya perdido la coherencia, sino que haya acabado siendo un todo tan sólido y tan indestructible. Escuchar a Nico buscando nuestra espina dorsal en la primera parte de la suite titular ya me parece de por sí un momento revelador del obrón que le salió al de Canterbury. Una forma increíblemente certera de retratar ese daño neurológico irreversible que la titula. Una intervención tan radical que sorprende cómo suaviza el tono en las siguientes partes en un movimiento sin red propio de los mismos King Crimson. Al fin y al cabo aquí toca el exbatería de dicha banda junto a miembros de Penguin Cafe Orchestra y ese Ollie Halsall que se iba a convertir en el compañero inseparable de Ayers de aquí en adelante.
Toda una conjunción de pequeños detalles que acaba siendo el gran secreto de una obra aletargada y furibundamente expresiva. El momento más definitivo en una discografía preñada de pequeños hitos que pocos conocen y que merecerían mayor difusión. Una obra que, como todos deseamos que pase en nuestra vida, empieza con una bendición y termina, no maldiciendo como anuncia Ayers, sino encontrando la paz en todas las cosas. Y es que es imposible no dejarse invadir por las imprecaciones curativas del doctor Sueño.
★★★★☆
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