ROCK & ROLL. Los Rolling seguían con sus problemas con el fisco británico, por lo que se trasladaron nada menos que a Jamaica para grabar su undécimo álbum. También grabaron en EE.UU. y en su tierra, y aunque el reggae no permeó estas canciones, sí que se dejaron influir por el ambiente de la isla caribeña, hasta el punto de titular el disco en honor a un guiso típico de allí llamado mannish water. La elección del nombre no parece casual, ya que el plato se hace con varias partes de la cabra, lo que le da ese toque demoníaco que siempre ha fascinado al grupo. Además, se le otorgan unas cualidades afrodisíacas que tampoco creo que los londinenses pasaran por alto.
Todo ese rollo, no me pregunten por qué, suena claramente en la estupenda apertura del álbum. Una "Dancing With Mr. D.", que recoge el testigo de Exile on Main St. (1972) con su riff circular y su atmósfera ponzoñosa. Es un anuncio de que la cosa sigue estando más que interesante con sus majestades, hecho que rubrican con temas del calibre de "100 Years Ago", "Doo Doo Doo Doo Doo (Heartbreaker)", "Angie", "Silver Train" o "Hide Your Love". Un grueso de canciones que nos deja un disco excelente. Un álbum que, no obstante, acaba pidiendo la hora con el daño que le provocan sus últimas canciones.
"Angie", cómo no, merece un capítulo aparte. Más que por su calidad, la cual es muy buena sin llegar a la excelencia, por el morbo que le da el que se la relacione con Angela Barnett, entonces esposa de David Bowie. Tanto Keith Richards, principal compositor del tema, como Mick Jagger han desmentido este hecho en numerosas ocasiones. Tampoco se puede relacionar la canción con al entonces hija recién nacida de Richards, ya que la escribió cuando no sabía ni el sexo de su retoño. Está claro que al público no le gusta que le quiten su ración de morbo, pero en este caso habrá que hacer caso a los autores y pensar que simplemente fue el primer nombre que le vino a la mente a Keith al tararear la música que tenía en su cabeza.
El problema del disco, como ya he dicho, está en los tres últimos temas, aunque también en una más que insípida "Coming Down Again" que nos castiga durante casi seis minutos. Con "Winter", por su parte, intentan ofrecernos otra cara de su excelsa "Moonlight Mile", aunque, como era de esperar, no consiguen reflejar el encanto y la evanescencia de la perla incluida en Sticky Fingers (1971). De las dos que cierran poco puedo decir salvo que son ejercicios de estilo insulsos y sin gancho.
Problemas que se antojan graves, casi insalvables, pero que al final no son para tanto. Porque "Winter" no acaba siendo tan mala y hasta se puede disfrutar, y porque lo bueno de este disco es muy bueno. Creo que cualquiera estaría de acuerdo si afirmo que la columna vertebral del mismo ("Dancing With Mr. D.", "Heartbreaker" y "Hide Your Love") podría estar en cualquier obra maestra del combo, de Beggars Banquet (1968) hasta Exile on Main St. (1972). Lo que pasa es que el listón hasta aquí estaba demasiado alto. Algo que iba a cambiar de manera radical. Ah, y casualidad o no, este iba a ser el último disco producido por Jimmy Miller, el auténtico arquitecto de su sonido desde el 68. Ahí lo dejo.
★★★★☆
Total: 46:13
El ambiente diabólico del primer tema, el título y todo lo que siempre ha transmitido esta banda me lleva a rituales oscuros con pactos de sangre e invocaciones malignas incluidas. Un disco que a priori no parece tan tendente a todo eso, pero que para mí, unido a su posición de enganche entre épocas, de borde del precipicio, se hace más que patente a lo largo de su más que entretenida escucha.
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