ART PUNK. The Slits fueron unas figuras clave en la onda expansiva que produjo el punk y que no dejó títere con cabeza en sus alrededores y hasta casi las antípodas del género. Su concepción arty de la música se mezclaba con su pasión por el reggae con una insolencia y una actitud que no eran nada comunes en un grupo de chicas de la época. No es de extrañar que todo el movimiento riot grrrl le deba tanto a las londinenses. Una banda gigante que aquí se encontraba en su momento álgido.
Por eso, y a pesar de ese delicioso amateurismo que siempre he comprado por necesidad, me da mucha rabia que no acabe de aprehenderlas, de dejarlas que me toquen bien dentro. Lo intento y siempre acabo regresando a Cut en busca de respuestas, pero la verdad es que hasta ahora siempre he salido escaldado ante una obra que me supera en su gigantismo experimental. Una obra de la que aprecio, sobre todo, el sonido de batería que sacan, bueno, la base rítmica en general, y también esos momentos en los que las melodías parecen cruzarse hasta casi coincidir en un momento de éxtasis sublime. Instantes que no llegan a culminar y que te dejan esa sensación de haberlo tenido tan cerca... De haberlo casi rozado. Una sensación más que interesante, pero muy frustrante también, seamos sinceros.
En resumen, por mucho que adore detalles como que su falta de pericia instrumental era tal que Joe Strummer tenía que afinarles sus herramientas en sus primeros conciertos, no puedo con las Slits. Su sonido me encanta, su actitud es algo que siempre pondré en un altar, pero con este disco siento que no puedo. No soy de los que se arredren fácilmente ante lo experimental. Me he tragado y disfrutado pedruscos importantes, pero con Cut hay algo en su mezcla, en su conjunto, que no me deja encumbrarlo como intuyo que merece. Hay que admitir la derrota y aceptarla con deportividad. Pero lo seguiré intentando. Eso ni lo duden.
★★★☆☆
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