Physical Graffiti (Led Zeppelin, 1975)
EL MARTILLO DE LOS DIOSES. Led Zeppelin volaban más alto que nunca a mitad de los 70. Sin nada que demostrar y con el mundo a sus pies, decidieron que era la hora de entregar ese álbum doble en el que cae todo gran artista cuando está tan pagado de sí mismo y tan resabiado que no sabe ya qué hacer para impresionar. Para ello se encerraron en el estudio con nuevas ideas sobre viejos conceptos y con un puñado de descartes de discos anteriores que podrían haber desestabilizado el proyecto desde los mismos cimientos de la coherencia y la solidez.
Finalmente no fue así. Aunque alguno de estos temas venían de ideas con las que tonteaban desde las sesiones de Led Zeppelin III en 1970, gracias a su magia negra, consiguieron que empastaran de maravilla con "novedades" de la potencia de "Custard Pie" o "In My Time of Dying", saqueos reincidentes a Bukka White y Bob Dylan (o a la tradición) respectivamente. Dos cargas de profundidad que están entre lo más destacable de un álbum que muestra el nivel de seguridad en el que se encontraba el combo. Canciones que no dejan lugar a la duda, con un Bonham más poderoso que nunca y un Plant mucho menos chillón, más serio y menos irritante. Todo esto se redondeó con la labor de Page a los mandos y con los arreglos de cuerda de un Jones, que en "Kashmir" ya estaban anunciando el dinerito y el mucho prestigio que iba a ganar como productor de renombre en unos años. Unos ingredientes que se traducen en el disco más poderoso sónicamente hablando de Led Zeppelin. Hasta el punto de que, al volumen adecuado, su pegada puede dejar sin capacidad de reacción.
Y eso que no es todo técnica en el álbum. Eso por sí solo no valdría gran cosa. En Physical Graffiti hay tiempo para todo. En su cerca de hora y media te vas a hartar, a desgañitar, vas a pedir la hora y también vas a disfrutar con una evolución que tiene aquí su cima. Está clarísimo desde la primera escucha. La forma en la que todo suena sin prisas, dándole a cada canción su tiempo para desarrollarse; la manera en la que juegan con la repetición hasta colarnos melopeas monótonas sin paliativos como los mantras más hipnóticos del mundo ("Custard Pie", "Kashmir"); la combinación tan deliciosa y sutil entre el blues rock de toda la vida y los aires orientales que les obsesionaban ("Kashmir", "In the Light"); la madurez, en definitiva, que les habilita para entregar melodías reposadas e inmortales como en "Ten Years Gone" o "Down by the Seaside". Una forma de hacer las cosas que solo es posible si tienes carta blanca por parte de la discográfica y de la afición. Algo que te pasa una vez en la vida, si es que te pasa.
También es cierto, que quede claro, que bajan el nivel en la última cara de manera notable. Hasta el punto de hacer temblar ese aire de obra completa, sólida y de una pieza que habían logrado alcanzar hasta ese momento. Ahí el disco hace aguas, aunque tampoco es un fragmento tan desechable como dicen algunos por ahí. Sigue habiendo temazos, por mucho que la falta de coherencia y de nexos de unión entre ellos hable más de relleno para llegar a la duración deseada que otra cosa.
Con todo, Physical Graffiti es un obrón espectacular que no hace más que revalorizarse con los años. Una cumbre desde la que solo se podía descender, como así sería. En muchos aspectos su obra más rotunda y brutal. Su disco más complejo, el que mejor suena y el que más convence a los descreídos. No voy a decir que sea mi favorito ni el mejor, ahí tengo que quedarme con el cuarto, pero este sexto trabajo tiene una potencia y una personalidad imposible de igualar. Por eso siempre será el más apasionante.
★★★★☆
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