Arrinconado en un lugar polvoriento. Condenado al olvido más cruel, así se encuentra hoy la memoria del que puede haber sido uno de los mejores artistas que hayamos tenido en nuestra piel de toro. Un artista que no entendía el arte como pasatiempo menor sino como un lienzo en el que pintar la vida. Un artista absoluto que se expresó como actor, como cantante y como recitador poético. En todas las disciplinas dejó su sello de calidad, un marchamo clásico y novedoso a la vez. Rompedor y radical como sus ideas y su vida.
Ovidi Montllor i Mengual nació en Alcoi en 1942 y murió en Barcelona en 1995. Debutó en el teatro en 1962 y con solo 24 años se mudó a Barcelona para continuar con su carrera teatral. Su carrera como cantante comenzó en 1968, aunque no editaría su primer álbum hasta 1972. En estos primeros años ya se hacía acompañar a la guitarra por el talentoso Toti Soler, no obstante la colaboración casi permanente por la que serán recordados ambos empezaría realmente en 1974 con el tercer disco del alicantino, A Alcoi. La carrera discográfica de Montllor se extiende hasta 1980, año en el que publicaría su emblemático 4.02.42, tal vez su obra cumbre. Después de esto, el cantautor fue condenado al olvido. Ninguna compañía mostraba interés en grabar sus discos y se centró en una carrera cinematográfica de la que siempre será recordado por Furtivos (José Luis Borau, 1975) o su breve pero curiosa participación en Amanece, que no es poco (José Luis Cuerda, 1989).
Ovidi Montllor se definía a sí mismo con precisión y socarronería en "La cançó del cansat". Siempre lo aireó a los cuatro vientos: de izquierdas, catalanista, sin dios ni amo. En las antípodas de otros artistas dóciles para el poder, maleables y que puedan utilizarse para los fines del que mande en cada momento. No disfrutó Montllor de réditos ni subvenciones. No encontraréis muchas calles a su nombre. Aún así, sí que es un artista querido por el pueblo. Su entrega interpretativa, esa voz tan especial, tan masculina y tan sólida que era capaz de entonar la melodía más hermosa y recitar con el aliento mortífero del veneno más letal, su forma en definitiva de meterse en los versos como si de su vida se tratara, lo hacen único. Una bestia tan indomable como entrañable. Esa extraña mezcla que tan poca gente sabe manejar porque no se puede aprender. Ovidi era como era, de verdad. Vestía de negro, decía cosas terriblemente oscuras, te hacía reír cuando menos lo esperabas... Lo piensas tranquilamente y entonces te das cuenta de su valor. Porque no hay muchos que sean capaces de hacer que dejes lo que estés haciendo para escuchar. Y con él no es posible resistirse.
3 básicos
A Alcoi **** (1974) Toti Soler es el nombre propio que a partir de este disco fundamental daría un nuevo rumbo a las canciones de Montllor. No solo lo apoyó de manera clave con la guitarra, dando con el sonido definitivo que iba como un guante a la voz y las historias del cantautor, sino que aportó ideas de composición y arreglos exquisitos. Ovidi por su parte a lo suyo. Canciones inmortales como "Homenatge a Teresa", versos de poetas excelsos como Vicent Andrés Estellés ("Els amants") y malditismo en joyas oscuras como ese impactante "De res". Un antes y un después.
...Diu Coral Romput **** (1979) Si hay que ejemplificar el poder del Ovidi "diciendo" la poesía, y hay que hacerlo sin duda, este es el mejor ejemplo. El extenuante disco doble donde plasma el intenso "Coral Romput" de Estellés. Condenados a encontrarse, cantautor y poeta se funden en un todo balsámico, poderoso y curativo desde el luto más estricto. Fúnebre y hermoso, palabra y música unidas para la eternidad.
4.02.42 ***** (1980) No sé si a posta o no, pero este disco significó la despedida discográfica de Montllor en vida. Es uno de los epitafios más hermosos que ningún autor haya tenido. La belleza melancólica es de una hermosura ultraterrena. "M'aclame a tu", "Balada del pas pel món", "Cues d'estels", "Tots esperant Ulisses"... Todas se clavan como un dardo en el alma. Y para cerrar, mi favorita, una de esas piezas terribles en las que Ovidi ajusta cuentas con la vida. "Baralla de la vida i jo" es una pelea en crescendo con coros operísticos breves y negrísimos y un Montllor desaforado que acaba anegado en un grito impúdico. Ese "¡¡¡putaaa!!!" escupe más veneno que mil serpientes y sella un disco que como la vida de su autor refulge durante un suspiro para fundir a negro para siempre.
Una canción
Se me ha visto el plumero. Me tiro por el lado más oscuro de este autor mayúsculo, esquivo la belleza cristalina que posee buena parte de su obra y me centro en su cruenta batalla con la vida. Una vida a la que siempre ha afirmado tener poco que agradecer. "Baralla de la vida i jo" puede sonar pesimista pero si escuchan con atención descubrirán más de un motivo para la felicidad. En el foso se relativiza todo, ¿no?
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