Timeless (Goldie, 1995) ♠
DRUM AND BASS. Según parece, en su edición original, este disco se despliega en un fastuoso doble CD que alcanza los 105 minutazos y promete una inmersión bastante más profunda que esa otra edición que salió casi a la vez y que ofrece ocho temas en un disco sencillo bastante largo de por sí. Una dificultad añadida a la hora de tasar el obrón de Goldie, pero que nos pide a gritos una zambullida en la densidad de la obra más larga, aquella en la que el artista afincado en Londres da rienda suelta a su arte para darle un revolcón definitivo a la música electrónica al final del milenio.
En cualquier caso, escojamos la versión que escojamos, el núcleo del disco, su corazón, sus pulmones y su cerebro están en esos veintiún minutos con los que abre, una "Timeless" que en sus tres movimientos engloba toda la voluptuosidad metálica del drum and bass, género al que da forma, sentido y dirección Goldie con este disco. Un drum and bass que se nutre de los ritmos truncados del jungle y de toda la gravedad de sus bases, pero al que le añade sus buenas dosis de atmósferas, ya sea con teclados gaseosos o con la grandiosidad de las cuerdas. Todo un océano de mercurio y éter sobre el que sobrevuelan aves mitológicas de difícil descripción.
"Timeless" bebe de muchas fuentes, pero sobre todo se deja beber por todo aquel con un alma sedienta de emociones. Así, aprende y a la vez se desparrama en géneros como el trip hop, el R&B o eso que ya alguien empezaba a llamar neo soul. Massive Attack tienen tanto que decir aquí como Common, Cee-Lo Green, Flying Lotus o Derrick May. Ese es mi santoral, seguramente uno muy poco acertado para el buen conocedor de los ritmos sintéticos, pero al menos a mí me ayuda a explicar el influjo tan obtuso y tan perenne que ejerce sobre mí una música que no voy a digerir jamás. It's only drum and bass, but I like it (somehow)!
★★★★☆
La escena electrónica a mitad de los 90 estaba entre lo más rico e interesante de lo que se cocía en nuevas tendencias a nivel mundial. Una escena que tenía varios núcleos desde los que atacar. Por supuesto, estaba Berlín, siempre ha estado ahí en vanguardia y siempre lo estará en este género, pero también el Detroit de Juan Atkins y Derrick May.
Y por supuesto, el Reino Unido con Londres y Bristol a la cabeza. En la segunda dominaba el trip hop y en la capital, mil ritmos como el jungle, el breakbeat o el rave, con punkarras de corazón como The Prodigy a la cabeza. También sonidos más atmosféricos de corte étnico como todos los artistas que se dejaban caer por el archifamoso club Anokha regentado por Talvin Singh.
Goldie no era más que una de las cabezas visibles, tal vez la más prestigiosa, reconocible y duradera de su generación. Un tipo listo que supo fabricar un mejunje personal e intransferible cogiendo un poco de cada una de estas cosas que sonaban en el ambiente a poco que te dieras un paseo por los sitios adecuados.
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