sábado, 2 de octubre de 2021

De profundis

Flashlight Seasons (Gravenhurst, 2004)

 

FOLK TERMINAL. Nick Talbot se despereza con la beatitud desesperada de Nick Drake, con la verdad en cueros de Elliott Smith, con la solemnidad incólume de Bob Dylan, y nos embadurna de esa melancolía nocturna y embelesada, una forma de expresarse y ver la vida que parece tan fácil, pero que está al alcance de muy pocos.

Este es su segundo disco. Una cosa imposible, un reducto apartado y otoñal, un bosque lleno de verdor y negrura, de náilon y electricidad. En sus manos, en su respiración y en su garganta. Con todo su cuerpo, Nick Talbot se expresa a base de presagios, de caricias mal dadas y de lluvia que apenas logra aliviar el ardor inextinguible de las noches en vela.

Por eso parece que sus canciones están hechas de verdades agazapadas, de ideas enormes que no podemos reducir a esa simpleza que nos ayude a entenderlas. Porque de ser así, se escurrirían entre nuestros dedos como la arena que parece vertebrarlas, como el oxígeno que parece faltarles y que las acerca a la negrura de Ian Curtis. Sin el tremendismo, solo conservando una esencia fatalista y dolorosa que casa a la perfección con su música conmovedora y frágil hasta el espasmo.

Así es el segundo disco de un condenado a morir antes de tiempo. Una cosa hermosa a la fuerza, volátil por narices... Una de las mejores cosas que nos pueden susurrar al oído.

★★★★☆

1 Tunnels 4:44
2 Fog Round the Figurehead 4:40
3 I Turn My Face to the Forest Floor 3:52
4 Bluebeard 4:26
5 The Diver 5:29
6 East of the City 2:36
7 Damage 4:23
8 Damage II 3:05
9 The Ice Tree 5:29
10 Hopechapel Hill 4:42
Total length: 43:26
 
Abonado al romanticismo extremo y a una filosofía de vida alérgica al maquillaje y la tontería, Nick Talbot culminó su viaje como algunos otros hermanos carnales, falleciendo prematuramente a la edad de 37 años. Una tragedia que, desafortunadamente, lo une para siempre al destino ominoso de almas gemelas como Nick Drake, Elliott Smith o Ian Curtis.
 
Una desaparición de la que no se dieron detalles, quedando sin aclarar los motivos de la misma y alimentando, por supuesto, todo tipo de teorías, siempre por el lado más morboso y sensacionalista de un asunto que, como la música de Talbot, no pretendía que nos perdiéramos en los detalles. Para no perdernos la grandeza del cuadro, claro.

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