NOISE ROCK. Sacado de las entrañas de la que iba a ser su gira de despedida, este concierto en casa es una estupenda manera de echar un vistazo a los últimos coletazos de una banda increíble. Un grupo que murió matando y que transmite toda la locura, la rabia y el enfado que ha vertebrado su música desde sus comienzos. No es este un concierto de finos estilistas, ni el grupo está especialmente exquisito en sus interpretaciones, ni el sonido es el mejor que podríamos desear, pero el proceso de desintegración matrimonial que estaban viviendo Thurston y Kim, el cual precipitaría el final de la banda, infecta el sonido de tal forma que la pornografía emocional no puede ser ni más real ni más insoportable.
Es lo mejor de un disco que no deja de ser una curiosidad para los fans. No fue el último concierto que dieron, pero sí uno de ellos, y en la grabación, además de la rabia mencionada, también se cuelan notas de cansancio y hastío, del peso de unos años que habían hecho demasiada mella en una banda que casi todos creíamos indestructible. Además, y curiosamente, el repertorio no viene dominado por The Eternal (2009), su última y pimpante referencia, sino por álbumes como Bad Moon Rising (1985), todo violencia, todo maldad. Por toda esta verdad ya creo que el disco merece la pena. Luego podremos entrar a valorar si las interpretaciones son lo suficientemente contundentes o si añade algo más al canon intocable de la banda. Posiblemente la respuesta a ambas preguntas sea no. Es lo que hay, lo tomas o lo dejas. Que con Sonic Youth siempre habría que tomarlo...
★★★☆☆
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