JAZZ VOCAL. No sé si era cuestión de tiempo, pero desde luego, asumiendo el amor de Joni por el jazz, no podemos extrañarnos ante este disco, que inaugura un camino en el que la canadiense abandona la creación para sumergirse en el arte de la interpretación.
Harta de abrirse en canal, de mostrar sin tapujos sus dolores y triunfos, Mitchell se da un baño de clasicismo extremo y entrega los poderes de su voz inimitable al balanceo suave y poderoso de la orquesta para regalarnos su versión de un puñado de clásicos del jazz a los que poco o nada puede aportar salvo esas toneladas de sensibilidad y verdad de las que siempre ha hecho gala.
Es cierto que su voz ha perdido brillo después de años y años de maceración en el humo de un tabaco al que rinde pleitesía en la portada y en todo el artwork del álbum. Pero no es menos verdad que sus dotes interpretativas se crecen ante la dificultad, hasta el punto de que consiguen hacerle un hueco en ese altar en el que habitan Billie, Ella, Etta o Nina, cuyos espíritus sobrevuelan por unas tonadas que Joni consigue hacer necesarias en su voz a la par que les da una vigencia que, sin haber llegado a perder, reclamaban de alguna forma.
Es todo lo que siento ante un álbum que se despereza con una parsimonia y una morosidad elegantes y serenas. Una obra que puede parecer poca cosa, casi triste y pobre por cómo suena y por lo que significa. No olvidemos que Joni se había despedido de la composición con el disco anterior. Después volvería, pero a principios de siglo no podíamos saberlo. Y visto lo visto, tampoco era tan mala noticia si podía tocarnos el tuétano del alma como lo hace aquí.
★★★☆☆
Total: 51:19
Xxx
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