Discipline (King Crimson, 1981)
ROCK ETNO-PROGRESIVO. Después de un hiato de siete años y de entregar una obra maestra del calibre de Red (1974), King Crimson se reforma bajo los auspicios de Robert Fripp y completa un formato de cuarteto con Tony Levin al bajo, Bill Bruford a la batería y Adrian Belew a la guitarra y voz. Esta puede considerarse la formación más estable de la banda, alineación con la que completarían dos discos más.
Sin duda, la adición más definitiva para el nuevo sonido del combo fue la de Belew, guitarrista feroz y absolutamente iconoclasta trabajado y forjado con gente de la exigencia y el nivel de David Bowie, Frank Zappa o Talking Heads. Precisamente se unía al rey carmesí después de la fastuosa gira de esa joya llamada Remain in Light (Talking Heads, 1980), donde su guitarra era un ingrediente más que importante. Y no se puede decir que no se trajera nada de dicha colaboración. Que me perdonen los fanáticos, pero todo el sonido étnico mezclado con la insolencia de la new wave más experimental no puede venir de otro sitio que de su contacto con los rostros parlantes.
Que Robert Fripp transigiera con esta nueva dirección, además de resultar sorprendente, da fe de la inteligencia y el instinto que siempre ha conservado el genio de Dorset. Sabedor de que la banda, después de siete años en barbecho, necesitaba un nuevo rumbo, se decidió por hacerla sonar más contemporánea que ninguna, pero desde un ángulo tan obtuso que no lo pareciera. Así, la new wave lo invadió todo en el sonido de la banda, eso sí, desde una óptica étnica que ya venía anunciando gente como Peter Gabriel y que Paul Simon reventaría algo más de un lustro después. África y Asia resuenan en estos surcos con una fuerza solo comparable al duelo de guitarras entre Fripp y Belew, un auténtico festín en el que el de Kentucky logra sacar unos sonidos de su instrumento de un exotismo alienígena.
En definitiva, lo que más impacta del plástico es cómo consiguen sonar retadores a partir de unas sonoridades más o menos asequibles, duros y crudos a partir de sintetizadores de fantasía. Con ellos nunca hay lugar para la duda. Acertarán más o menos, se acercarán mucho o darán en el centro de la diana. Lo que no han hecho nunca, te guste su obra o no, es errar el tiro por completo. Los otros dos discos que seguirían a este son otra historia bien diferente, pero con Discipline King Crimson entran en los 80 por la puerta grande. Con un trabajo mayúsculo que no tiene nada que envidiar a sus momentos más inspirados.
★★★★☆
Total: 37:55
Me sigue sobrecogiendo cómo en este disco los músicos consiguieron seguir siendo progresivos mientras se daban un baño de modernidad e invocaban a todos los dioses paganos de África y Asia para sonar como lo hacen.
Está claro que el uso de instrumentos exóticos como el tambor de hendidura africano y la inspiración en formaciones musicales como el gamelán indonesio fueron definitivos a la hora de moldear el sonido de este álbum. Pero no menos importante es la dosificación y la ordenación de todos estos ingredientes tan inconexos a priori.
Todo este misticismo se redondea con la elección del nudo celta adaptado de un diseño de George Bain. Este tipo de ornamentación que podemos encontrar en lápidas, cruces y elementos de piedra de las construcciones celtas se basa en patrones de bucle infinito que van la mar que pintados para la filosofía trascendental que buscaba la banda con el sonido mayestático, polivalente y absolutamente avasallador de un disco, creo que lo he dejado claro, único.
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