ROCK PROGRESIVO. Tras once años en barbecho, vuelve el rey carmesí, esta vez en formato de doble trío. Básicamente se trata de una ampliación de la formación que grabara los tres discos anteriores, o más bien una duplicación con la intención de apabullar al oyente y sepultarlo entre baterías, bajos y guitarras antes de que pueda reaccionar. Así, lo que les sale a los muchachos es un álbum de corte industrial no exento de lirismo y algo más largo de lo que nos tenían acostumbrados. Todo esto se nota tanto para bien como para regular.
Según Robert Fripp, "thrak", palabra que parece inventada, es, aparte de un impacto repentino y preciso al servicio de un objetivo, el sonido de 117 guitarras rasgando el mismo acorde casi al mismo tiempo. Precisamente esta acumulación con sus ínfimos desfases es lo que vertebra un álbum excesivo y mastodóntico en su sonido, sus proporciones y sus percusiones paquidérmicas. Un disco que trata de huir del multicromatismo que siempre había caracterizado a la banda en pos de un minimalismo industrial y casi noise. Algo que acaba acercando a esta obra al metal, por mucho que también se pierda en devaneos melifluos de una sensibilidad tan arrebatada como pastelosa.
Una vuelta esperada, que cumple con las expectativas sin problemas, pero que también se queda un poco corta si atendemos a su ambición y si la comparamos con ese regreso de 1981 que fue Discipline. Aun así, no olvidemos que las comparaciones son odiosas e injustas. Máxime con un grupo que nunca ha dejado la opción de que podamos poner una de sus obras frente a otra. Una banda que siempre ha entendido la creación como un movimiento perpetuo desde su misma concepción, mutación tras mutación. Una banda para la que la palabra exploración se queda corta. Aquí una vez más.
★★★☆☆
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