Khaled (Khaled, 1992)
RAÏ. Estreno de (Cheb) Khaled en una major con uno de los mejores discos de África, según algunos. Lo que me pregunto es si los que lo tienen en tanta estima hablan desde el continente o nos están ofreciendo una visión puramente occidental basada en la sabia fusión que logra aquí el argelino. Fusión en la que ahondaría sin escafandra en esfuerzos posteriores, pero que aquí ya se antoja clara y brillante.
Una fusión que busca abrillantar su música, limarla de aristas, para tratar de conquistar los paladares europeos, principalmente, poco dados a las sutilezas retorcidas de la música étnica en su estado más crudo. Esto le hizo amasar una masa de público como no había tenido antes, aunque también perdió a muchos puristas que vieron este cambio como una traición a sus raíces, dejando de comprar sus discos e ir a sus conciertos.
Por todo esto se puede tener la tentación de vilipendiar este trabajo como una bagatela de escasa autenticidad. Sin embargo, siendo justos, y aun echando en falta algo de la grasita de esos teclados de feria con los que empezaba, las canciones bullen y la fusión funciona. El disco tiene incluso toques andaluces, o eso me parece a mí, que nos recuerdan lo cerca que están dos tradiciones que a veces vemos como en las antípodas, cuando en realidad comparten una misma sangre.
No sé, a mí este disco me parece muy válido. No es una joya que encumbraría como lo mejor del continente. Tampoco tengo claro que sea lo mejor que haya hecho Khaled, pero sí que puedo sentarme a escucharlo con agrado y disfrutar de su vaivén turgente, de su brisa más marina que desértica... De una vibración que en cierta forma es única e intransferible. Todavía no he encontrado la obra definitiva del rey del raï. No obstante, este disco me invita a seguir explorando.
★★★☆☆
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