ROCK & ROLL/CONCIERTO. Me cuesta creer que alguien pudiera hacer lo que hicieron los Stones en 1968 para promocionar su último trabajo, un Beggars Banquet (1968), que los volvía a meter de cabeza en el rock puro y duro que siempre había sido su dieta principal. La idea consistía en dar un concierto como si de miembros de una troupe circense se trataran. Además, se las apañaron para acompañarse de estrellonas del calibre de John Lennon, Mitch Mitchell (Jimi Hendrix Experience), Eric Clapton, Yoko Ono, The Who, Taj Mahal, Marianne Faithfull o Jethro Tull. Todo este fastuoso programa iba a ser emitido por la BBC, algo impensable en estos días, creo yo.
La cuestión es que la cinta quedó secuestrada por el propio grupo debido a una actuación que no les satisfizo. Máxime enfrentada a la virulencia y el poder de unos Who o al de una superbanda que llamaron Dirty Mac para la ocasión y que estaba formada por Lennon, Clapton, Mitchell y Keith Richards. Luego llegaría la muerte por ahogamiento en extrañas circunstancias de Brian Jones, y el proyecto se quedó en el olvido hasta 1996, año en el que lo lanzaron a bombo y platillo.
Lo cierto es que ante este artefacto creo que hay que diferenciar entre el disco y la película. Mientras que el primero es bastante disfrutable, pero no vence a una incoherencia rampante, la segunda da sentido a la música a través de las imágenes. En ellas podemos ver y disfrutar de la pirotecnia percutiva de Keith Moon, del ataque frontal al blues que realizaron Lennon, Clapton y compañía con una rendición apoteósica del "Yer Blues" que The Beatles acababan de incluir en su "álbum blanco", y también, admitámoslo, sufrir la brutalidad en todos los sentidos con la que Yoko Ono añadió una coda imborrable, en lo bueno y en lo abyecto, al tema. Además, podemos presenciar a los miembros de la banda ejerciendo de anfitriones mientras presentan las actuaciones en un estado más que evidentemente afectado por los estupefacientes. Esto, unido a las quince horas de rodaje, fue sin duda decisivo a la hora de enfrentarse a sus canciones.
Porque este desfile de atracciones, como en una auténtica para de monstruos, culmina con los Rolling Stones dando lustre a cinco canciones de Beggars Banquet más una "You Can't Always Get What You Want", que ya sonaba prácticamente como lo haría en Let It Bleed (1969). Puede que no sea la mejor actuación de su vida, aunque yo la veo bastante correcta. Sí que le falta brío, sobre todo en ese comienzo con "Jumpin' Jack Flash", que no le hace justicia a la que puede ser su mejor canción. Todo esto, no obstante, queda bastante más diluido en la película que en el disco. Las imágenes tan de la época, la fantasía que se marcan con la idea del circo, los sinsentidos que salen por sus bocas y el ambiente celebratorio hacen que la película sea un producto de su tiempo, que no ha envejecido bien, pero a la vez le da un encanto único.
★★★★☆
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