Entusiastas (Julio Bustamante, 1998)
POP DE AUTOR. Con Entusiastas, Julio Bustamante sale de ese rincón donde dejamos los trastos olvidados para reivindicarse como el artistazo que siempre ha sido y que nos hemos estado perdiendo demasiado tiempo. Y lo hace poniendo en jaque esa máxima que otorga la grandeza artística solamente a las obras más oscuras, torturadas y abisales. Porque su sexto álbum es, como toda su carrera, un canto a la luz y al brillo refulgente de lo cotidiano, lo pequeño y lo esencial. Un canto pletórico y fresco. Uno de los mejores álbumes de la historia de nuestro pop.
Con estas premisas, creo que sobra decir que sumergirse en el abrazo cálido de Entusiastas es una auténtica delicia. Mientras revolotea a nuestro alrededor, como la ropa tendida al sol, no sabemos si quedarnos con esa instrumentación sencilla pero precisa, con esa forma de cantar, que a veces no es sino un recitado florido, o con esas letras que dicen tantísimo con tan poco. Unas letras que creemos entender a la primera, pero que en realidad, en cuanto escuchamos con atención, nos damos cuenta de que no hemos pillado nada y que necesitan una vuelta más. Y otra. Y mil, porque cada vez nos van a sugerir algo nuevo, algo en lo que no habíamos caído.
Así suena la obra maestra de un artista genial. Un cantante siempre en movimiento, pero también en constante celebración de sus orígenes. Un artista tan identificado con su entorno, con su ciudad y con su calle que parece un camaleón totalmente mimetizado con su entorno. Lo que no quita que sepa dotar a su obra de ese hálito universal que la arranca del terruño para lanzarla a las estrellas. Hay grandes discos por ahí. Ninguno, eso sí, que se parezca a la cumbre de nuestro Van Morrison.
★★★★☆
Total: 55:24
No se puede decir que vayan de la mano, pero este disco, ya sea por su portada o qué sé yo, siempre me ha recordado a esa maravillosa La strada (Federico Fellini, 1954). No es que la obra magna de Bustamante comparta la melancolía terminal de la cinta de Fellini, pero sí que hay algo en el optimismo escondido de la segunda que las emparenta.
Será que lo que hace Bustamante siempre me ha parecido más oscuro que lo que quiere dar a entender. O será que, una vez más, estoy forzando la máquina hasta dejarla a punto de descarrilar. La cuestión es que en el blanco y negro de la historia de Zampano y Gelsomina encuentro más color que el que debería, y en la paleta multicromática y ultrabrillante de Entusiastas me sorprendo con más de un tono de gris saltándome a la cara a la vuelta de la esquina.
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