viernes, 30 de diciembre de 2022

En el templo II

Olympia 64 (Jacques Brel, 1964)

CHANSON. He aquí un extracto glorioso del histórico recital que Jacques Brel ofreció en el Olympia parisino en octubre del 64. Y cuando digo histórico, lo digo con todas las consecuencias que pueden sobrevenir de usar un término que se utiliza con demasiada ligereza. Porque precisamente ligereza es lo que no hay aquí. En absoluto. No puede haberla cuando el mejor cantante del mundo se enfrenta a un público que va a escuchar lo que puede enseñarles en el templo para cualquier cantautor que se precie (no hablo solo de chanson). Por eso, por mucho que me cueste despegarme de la edición original de mis discos favoritos, tengo que reconocer que la ampliación llevada a cabo en 1988 es más que recomendable. Por mucho que los ocho temas originales se basten y se sobren para captar nuevos fanáticos del artista a manos llenas.

Y volviendo al principio, la docencia que imparte aquí Brel viene envuelta en una entrega absoluta. Se abre a la audiencia con la honestidad que solo pueden tener los artistas de verdad. Nunca habrá nadie como él. Y es una lástima. Como lo es el hecho de que en este mundo que gira en torno a la cultura anglosajona no se aprecie esta grabación en lo que vale. Para los heavies ya está el Made In Japan (1972) de Deep Purple; la comunidad afroamericana idolatra el Live at the Apollo (1963) de James Brown; los blanquitos adictos al country no consentirán que nadie alce la voz contra el At Folsom Prison (1964) de Johnny Cash... Y la verdad es que todas son obras impresionantes. No seré yo el que ponga este Olympia 64 por encima de ellos, por mucho que como documento del desgarro y la tragedia de vivir sea impagable. Por mucho que él solo pueda justificar toda la obra de un artista tan gigantesco.

Jacques Brel llegaba al Olympia bajo palio. En estos primeros años 60 estaba dando la forma definitiva a su arte y era un artista en la cúspide de la popularidad y la inspiración. No podría haber otro momento más perfecto, por tanto, para que se atreviera a ofrecer esa "Amsterdam" que no había grabado ni grabaría en el estudio. Un auténtico regalo con el que se abre el disco (no el concierto) y que acaba de poner a Brel en el trono al que venía aspirando. Por la evocación de su letra, por su feísmo vestido de trascendencia y por ese crescendo breliano marca de la casa, estamos ante la que puede ser su canción más inmortal, con permiso de "Ne me quitte pas", por supuesto.

Después de ese momento mítico, cuando con otro artista solo se podría ir cuesta abajo, nos vemos acunados y zarandeados por un repertorio inigualable, por el fruto maduro de una década dedicado al arte de la canción. Entre dichas delicias el cantante se atreve a estrenar otras dos piezas inéditas en las que combina lo jocoso, lo entrañable y lo exótico. "Les timides" y "Les jardins du casino" suman atractivo a una obra que no necesitaba de pluses de ningún tipo. Y es que ante el oropel de las partituras elegidas, Brel gime, suda, murmura, recita, baila y canta con toda su alma, como solo él ha podido hacerlo. Habitando las canciones, paladeándolas, haciéndose uno con ellas en una demostración de maestría que solo puede venir de uno de los más grandes. 

Después podríamos disfrutarlo aún más en las imágenes inenarrables que forman parte de su despedida de los escenarios, Les adieux à l'Olympia (2005), una de las mejores filmaciones de un concierto que servidor haya visto nunca, pero aquí podemos concentrarnos en su voz y sus palabras sin distracciones. Por todo ello y por cosas como el vello de punta en "Les Vieux" podemos afirmar que estamos ante una obra maestra, puede que la que más en su intachable currículum. Un disco capaz de hacer que broten nuestras lágrimas mientras murmuramos eso que nuestro corazón no puede reprimir: un sencillo, implorante y sincero merci monsieur.

★★★★★

A1 Amsterdam 2:55
A2 Les vieux 4:10
A3 Tango funèbre 2:42
A4 Le plat pays 3:00
B1 Les timides 3:45
B2 Les jardins du casino 3:15
B3 Le dernier repas 3:30
B4 Les toros 2:35

Total: 25:52

La edición original era ya buena, no hay duda, pero es cierto también que en sus veinticinco minutos se nos queda un poco corta. Por eso se agradecen las reediciones posteriores, empezando por ese Enregistrement Public de 1967, con doce temas. 

O muy especialmente esa de 1988, que incluiría en su Intégral - Grand Jacques, la cual titularían Brel en public: Olympia 64, y que con sus quince temas recoge el recital al completo, a la vez que lo ordena en un setlist mucho más parecido a lo que ocurrió en esos días de octubre del 64. Sorprendentemente para el no iniciado, "Amsterdam" no era la que abría fuego en sus conciertos, sino que estaba en un más discreto tercer lugar.

Una obra necesaria, por tanto, por aportar realismo y sobriedad por encima de efectismos, logrando sumar esas décimas que necesitaba el disco original para ser considerado la obra maestra incontestable que es hoy en día.

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