
ROCK ALTERNATIVO. Antonio Arias dejó 091 por diferencias artísticas. Según parece, su idea del rock no coincidía con la de sus compañeros para los que no tenían cabida los ácidos corrosivos de The Stooges o Sonic Youth. Todo eso lo volcó en un estreno que era tan crudo como deudor de esos grandes grupos. Ahí es donde este Inercia coge el timón de una carrera que empezaría a coger velocidad a partir de este álbum. Y es que si en Hipnosis (1991) la receta parecía incluir un 70% de los de Iggy Pop y un 30% de los jacobinos del noise, en este me parece detectar una inversión bastarda en la que el 70% se le puede atribuir a los neoyorquinos mientras que el 30% restante se lo reparten los mencionados Stooges y un buen puñado de otras bandas, de My Bloody Valentine a Killing Joke, pasando por Spacemen 3.
Una reestructuración con la que consiguen sonar por fin a ellos mismos en la que puede que sea esa idea del rock que Arias siempre tuvo cuando abandonó 091. Todo merced a un salto cualitativo en la producción, con un sonido de batería que empieza a ser todo lo apabullante que requería un músico de la calidad y el expresionismo de Eric Jiménez. Unos tambores apocalípticos que se constituyen en el esqueleto perfecto para ese noise chorreante y esos riffs cortantes marca de la casa. Por supuesto, el dúo de guitarras, Miguel Ángel Rodríguez Pareja y Juan Codorniú tienen mucho que decir en esta revolución.
Una revolución que surgió y fue guiada por la mente de un Antonio Arias, que aparte de sentar la base al bajo, proporcionó esas letras en las que jugaban con los procesos fisicoquímicos en una colisión de cuerpos e incomunicación a la sombra de una incipiente pero imparable era digital. Toda una ambientación posmoderna y casi distópica que se convirtió en el telón de fondo más perfecto posible para el sonido de una banda que a partir de aquí nunca dejaría de ser ella misma. El ejemplo perfecto de que, cuando hay talento, una escisión no solo no es una mala noticia, sino que se convierte en todo un regalo para el aficionado, el cual acaba disfrutando de un maravilloso dos por uno sin haberlo pedido.
Inercia cambia el efecto sorpresa por una manufactura a prueba de bomba. Cambia lo derivativo por lo personal, las canciones inmediatas de rock afilado por el noise y las texturas más complejas y exigentes. Una mutación que requería de algo más de paciencia por nuestra parte, pero ni que decir tiene que también ofrecía recompensas mucho más valiosas y suculentas. No lo entendí de primeras, pero ahora tengo clarísimo que esta es la cúspide de Lagartija Nick. El disco que hay que escuchar para tasar su gigantesca valía. Hasta desgastarlo.
★★★★☆
1 Nuevo Harlem ✓ROCK ALTERNATIVO. Homenaje hecho con amor y cero pretensiones. Lo que transmite esta reunión entre primeras espadas y el underground más profundo del rock más o menos alternativo de este país es pura devoción por un disco legendario para unos pocos. Unos pocos que se las dan de entendidos porque pueden a la hora de reivindicar el papel capital de unos Lagartija Nick que con Inercia (1993) marcaron el camino para todos los que vendrían detrás.
El propio Rodrigo Caamaño (Triángulo de Amor Bizarro) calificó a los Lagartija como un grupo fundamental para entender la independencia en España, pionero en muchas cosas. Y no hay más que escuchar a su banda adueñarse de "Esa extraña inercia (Anfetamina)" para entender que esas palabras no son gratuitas. Es más que cierto que han ejercido una influencia en los gallegos. Como en cada artista que eleva su voz aquí, con mayor o menor acierto, para celebrar un momento, un éxtasis colectivo, ajeno para el aficionado medio al rock.
Lo mejor del disco es que, a diferencia de artefactos del mismo pelaje, la mayoría de lo que suena en él entra en el terreno de lo acertado y lo interesante. No hay fallos flagrantes, no hay versiones que no ofrezcan nada nuevo al oyente, no hay marcianadas sin sentido. En realidad, por mucho que se alejen o por mucho que calquen lo que sellaron los granadinos hace casi veinticinco años, todo aquí suena a devoción sincera y absoluta. A pesar de lo cual no puedo afirmar que este ejercicio me acabe matando. Será que para mí están tratando con material sagrado, pero es curioso lo mucho que disfruto esto y la poca mella que me hace. Y eso que es acabármelo y necesitar imperiosamente ponerme el álbum original. Dicho esto en el mejor de los sentidos, que conste en acta.
☆☆★★★
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