En esta selección me he fijado no solo en Alemania, sino en países donde se emplea dicha lengua y que están por tanto en su misma órbita. Suiza y Austria también han sufrido mi escaneo salvaje, aunque no puedo decir que haya muchos de estos territorios entre los que han entrado en los diez primeros. Una tarea pendiente que surge de mi propio desconocimiento. Aun así, por mucho que me falten cientos o miles de álbumes por probar, creo que los que están son, como mínimo, un buen ejemplo de lo que se ha cocido en das Mutterland. Y tampoco importa tanto, cuando esta, como otras listas, va a estar en continua y permanente revisión. Gute Reise!
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El folk hecho ritual perverso. Armada con su harmonium y su voz indescriptible, la chanteuse perpetra un suicidio comercial en toda regla como ofrenda a los dioses paganos que parecen dictarle estas melopeas gélidas como el corazón de un glaciar.
Tras el experimento durísimo que fue The Marble Index (1968), Nico parece querer retomar el formato canción más ortodoxo, aunque para ello se valga de preciosidades que no dejan de ser oblicuas e incluso obtusas a veces. La urgencia con la que se aplica en "Janitor of Lunacy", sin ir más lejos, no deja de poner los pelos de punta.
Faust IV es un clásico de la psicodelia alemana más dura, esa que actualmente está tan de moda y se conoce como krautrock. Precisamente el tema inaugural se titula así, lo que no significa que el grupo bautizara al género, sino más bien se aprovechaba u homenajeaba una etiqueta que, aunque no queda claro quién empezó a usar, se le suele atribuir tanto a John Peel como al Melody Maker, grandes seguidores y divulgadores de este estilo musical desde los primeros años 70. (...)
8 Kollaps (Einstürzende Neubauten, 1981)
Einstürzende Neubauten se estrenan con el sonido de la demolición. Con un rock industrial de filiación arty que lo mismo bebe de los postulados extremos de Suicide o Throbbing Gristle que del punk o la chatarra. Instrumentos inventados por una mente calenturienta escupen música, metal contra metal, que es pura obsesión. Una música que no puede llamarse atonal porque busca la estructura y una cierta melodía, aunque sea a través de la repetición y el mantra, la agresión y el ruido. (...)
Christian Fennesz siempre ha apelado a lo más interno, a lo más íntimo de nuestra psique para emocionar. Su propuesta, siempre innovadora, no ha dejado de mirar nunca a la calidez de lo humano. A pesar de lo aparentemente frío y maquinal de su aproximación, en ella siempre ha habido espacio para el suspiro y el latido, siempre ha estado bañada por el aliento de lo carnal y lo pasional. (...)
6 Phaedra (Tangerine Dream, 1974)
Tangerine Dream jugaron un papel determinante en la gestación de lo que iba a ser la música electrónica tanto en su vertiente ambient como progresiva, por decir un par de los muchos estilos que le deben la vida al combo berlinés. Helos aquí con su obra maestra, un Phaedra que desenrolla sus tentáculos con una parsimonia somnífera y letal. (...)
La historia de la música está plagada de situaciones estrambóticas e imposibles. Aún así, pocas como la de los Monks, una banda sin parangón por varios motivos. Y es que esta fue una de las bandas más iconoclastas, innovadoras y transgresoras de los 60. ¿Que nadie los conoce? Bueno, eso se está corrigiendo. ¿Que en su época nadie oyó hablar de ellos? Puede ser, pero es que unos soldados norteamericanos destinados en Alemania no lo debían tener muy fácil para promocionarse. Este fue el país que los vio nacer como grupo y donde se foguearon en giras por tugurios y salas de baile. (...)
4 Trans Europa Express (Kraftwerk, 1977)
Para su sexto álbum los de Düsseldorf ahondan en lo maquinal y lo mínimo para construir esta sinfonía mecánica, la cual no podría realizarse hoy a pesar de todos nuestros avances técnicos, o mejor dicho, precisamente por eso. Para ello se embarcan en un proyecto en el que utilizan la línea ferroviaria para conectar países y culturas a la vez que alababan ese concepto romántico de Europa en el que hoy pocos creen, pero que en la época era una suerte de Arcadia dorada en la que soñar. (...)
La metronómica e inexorable
"Hallogallo" marca la pauta. Señala hacia donde soplan los vientos de
este disco, que estrenaba el concepto de 'motorik rock' con el que uno
de sus creadores lo definió. Una etiqueta algo limitada si sopesamos el
conjunto, con los ambientes fantasmagóricos de "Sonderangebot" y "Im
Glück", más el rock al ralentí de "Weissensee" o la trepanación sónica
(martillo neumático incluido) de la brutal "Negativland".
Klaus Dinger y Michael Rother dejaron Kraftwerk con la idea de
liarla a base de bien, y vaya si lo hicieron. Este debut no es que fuera
un cataclismo en la época. Aun vendiendo bastante bien para un disco
underground, pocos podían imaginar lo influyente que llegaría a ser esta
obra con el paso del tiempo. Si hablamos de krautrock, este disco es
referencial, pero lo mejor es que no se limita a ese estilo y con los
años se ha convertido en visita obligada para gourmets y casi cualquiera con pretensiones creativas en esto del rock moderno.
(...)
2 Tago Mago (Can, 1971)
Can, ese organismo pulsante y poderoso, se erige desde los rincones más oscuros del Inner Space (su estudio y base de operaciones) como la célula de exploración sónica definitiva. En su tercer disco sellan para la eternidad una forma de explorar los límites del sonido y la conciencia. Can, los más grandes psiconautas que haya dado el rock experimental, ofrecen en Tago Mago un viaje mental hacia los confines de lo desconocido.
Ya se ha dicho prácticamente todo sobre la capacidad exploradora de estos pioneros del krautrock. Que su viaje iba en dirección opuesta a la del progresivo clásico. No buscaban las estrellas sino las simas del entendimiento. Un compromiso neuronal tan abstracto que puede ocultar injustamente sus capacidades como músicos. La historia de Can es la de la OBSESIÓN, una fijación absoluta que se traduce en repetición, hipnosis, protoelectrónica, jazz y rock enfurecido. Obsesión por la coherencia desde el caos más evidente. (...)
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1 Die Mensch-Maschine (Kraftwerk, 1978)
Kraftwerk fueron unos pioneros y su obra aparentemente fría se ha alojado en los corazoncitos sensibles de melómanos de todo el mundo. Sin ellos no habría rap, ni techno, ni post-punk. Y si pueden hacerse acreedores del título de banda superinfluyente es gracias a su discografía primeriza. Entre ella destaca especialmente esta obra, una de sus gemas más pulidas, un disco referencial y totémico. Una obra de una belleza que no por calculada deja de ser más estremecedora.
Apenas unos meses después de entregar su obra maestra, Kraftwerk vuelven a impresionar con un nuevo brochazo en el lienzo de la eternidad. El rojo más absolutista domina una portada icónica y espectacular que hace justicia a unas piezas musicales que construyen un disco que siempre será el último grito. Y es que lo retro siempre estará de moda.
Todo el que se pirre por lo vintage entenderá perfectamente este disco. Sus sonidos de retrofuturismo nos trasladan a un espacio y un lugar irreal y terriblemente evocador. Al cine expresionista alemán, las distopías futuristas de finales del siglo XIX y principios del XX. Y el más moderno del grupo también lo adorará porque siempre va a sonar como grabado ayer. No deja de ser curioso que todavía hoy haya bandas y DJs que traten de imitar este sonido, algo muy complicado de conseguir empezando por el equipo utilizado. La magia que salía de estos sintetizadores primitivos es irreproducible por mucho que tengamos los emuladores digitales más avanzados.
La belleza de estas piezas, además, va más allá de la técnica o la falta de ella. Tienen un corazón palpitante dentro de su carcasa metálica. Un toque humano que hace grandioso al título del álbum. Puede parecer sencillo pero capa tras capa, melodía tras ritmo, no deja de revelarnos sorpresas a cada nueva escucha. Esto es más que pop. Esto es lo que Mozart o Schubert harían de haber nacido en esta época.
... Y DIEZ MÁS
La lista se queda corta, muy corta. Por eso trataremos de paliar eso añadiendo diez referencias básicas para meterse de lleno en el espíritu teutón. Un espíritu en el que seguiré indagando y ahondando para hacer esta lista cada vez más rica y cercana a la potencia, el lirismo y el tremendismo de la mejor música alemana y de sus alrededores. Y ya sé que Nico, Kraftwerk, Can y alguno más han acabado dominando mis elecciones, pero créanme, por muchos discos de esos artistas que haya puesto, podría haber puesto alguno más.
Ah, no busquen jerarquías aquí. Nos ceñiremos al orden cronológico más neutro y crudo.
Chelsea Girl (Nico, 1967)
La "chanteuse" rubrica un gran álbum en el que se aleja de los postulados que la habían hecho "famosa" solo unos meses antes con la Velvet Underground. Solo se acerca a ellos en la electricidad borboteante que derrama "It Was a Pleasure Then". Todo lo demás huele a cascadas, bosques y bucolismo algo trasnochado pero emotivo. El disco gira en torno a su voz, esa cadencia gélida y fantasmal que aunque parezca una contradicción es la que clava el álbum a la tierra y le impide volar y perderse en el país de las hadas. Y eso es todo un triunfo. (...)
Ege Bamyasi (Can, 1972)
Can siguen emperrados en su obsesión tras su imponente obra maestra del año anterior. Si Tago Mago fue un disco irrepetible y que imponía en su dificultad, este Ege Bamyasi ya intenta marcar algo de distancia a la vez que conserva intacta la heterodoxia y el afán investigador del supercombo de Colonia.
Desde su misma portada apela al humor autorreferencial al mostrar una lata (can) de vegetales exóticos. El título a su vez es el nombre de dicha planta en turco. Extravagancias que parecen esconder más que dilucidar de qué va la música de estos activistas del sonido. La influencia exótica, ya sea oriental o africana siempre había estado ahí, aun diluida entre las múltiples capas de Stockhausen y tradición centroeuropea. En este tercer disco (sin contar el recopilatorio de bandas sonoras) todo esto aparece claro y vivo. Una vez más.(...)
El estreno de Kraftwerk todavía no ha sido superado en el alma del pueblo alemán. La melopea, la repetición, la hipnosis controlada, sus lazos con la música clásica... Una forma nueva de hacer música con máquinas, sustituyendo la calidez de la interacción directa entre el humano y el instrumento, que consigue emocionarnos cuando nadie podría esperarlo. Después llegarían sus joyas más indiscutibles, pero es que esta ya era una joya refulgente como casi cualquiera en su discografía. Y desde el segundo cero.
En su cuarto esfuerzo en estudio los alemanes refinan conceptos para seguir golpeando con su iconoclastia habitual. Su propuesta se tiñe un poco más de arte y el ruido es espoleado por las brasas del ritual pagano ("Halber Mensch") mientras que añaden unas gotitas de electrónica ("Yü-Gung (Fütter Mein Ego)"). Un techno viciado y peligroso, nada apto para el consumo masivo, no se preocupen. (...)
Pleasure to Kill (Kreator, 1986)
Si Slayer sacaban Reign in Blood el mismo año, los de Essen hacían lo propio con un Pleasure to Kill que venía a decapitar las leyes del thrash metal. En la estela del imponente Hell Awaits (Slayer, 1985), el segundo disco de los alemanes demostraba que se podía ser el más rápido, el más sangriento y el más crudo sin necesidad de haber nacido en California.
Sí, con su segunda referencia, Kreator dejaban claro que venían con la intención de disputarles el trono a toda la camarilla de los Big Four. Y desde la distancia de una escena que aún había que consolidar, pero que venía sobrada de una calidad que muchos pretendían ningunearle.
Ute Lemper Sings Kurt Weill (Ute Lemper, 1988)
Ute se viste de largo para enfrentarse con su portentosa voz y sus increíbles capacidades actorales a la obra inmensa de Kurt Weill, compositor de entreguerras de referencia para el pueblo alemán. Un compositor cuyas obras iban de la mano con la literatura de su camarada Bertolt Brecht y que encontró en la opereta un campo de acción para su lírica humanista y su discurso pacifista y revolucionario.
Ni que decir tiene que Ute comprende todo esto mejor que nadie. Si Lotte Lenya, pareja del autor, pudiera tener una sucesora a la hora de dar vida a las partituras de Weill, esta no debería ser otra que la cantante de Munster. Nadie como ella, con su carisma infinito, para impersonarse en los personajes que pueblan unas historias que ya son eternas y universales.
Vuelvo a este disco después de tantos años con una mezcla de respeto, miedo y desconfianza. Soy consciente de que las cosas no se conservan nunca como el primer día y, aunque tenía buenos recuerdos de él, en el fondo de mi mente quedaba un nosequé obtuso y maloliente que me impulsaba a renegar de todo lo que antaño me pareció bueno. Este disco, por supuesto, no escapaba a dicha sentencia. La mala fama del proyecto en círculos "serios" y los trabajos posteriores del ubicuo y misterioso Cretu tampoco es que ayudaran precisamente. (...)
Encuadrados en esa Neue Deutsche Härte
que prácticamente inventaron y que hablaba sobre todo de dureza y
brutalidad, Rammstein llegan al muy difícil tercer álbum con la idea de
romper con todo y dar un golpe en la mesa definitivo. Algo que consiguen
gracias a una obra brutal; sinfónica pero cruda, lírica pero
aplastante. Un álbum en el que siguen regodeándose en el uso de su
lengua materna. Una elección que va más allá de la expresión para
convertirse en una reivindicación de las raíces, de lo propio, y a la
vez se erige claramente como la mejor forma de transmitir la crudeza, la
pureza y el terror de una visión cuando menos inquietante.
(...)
Alcachofa (Ricardo Villalobos, 2003)
Portada con motivos vegetales para un disco muy sintético, con una fuerte dosis de hermetismo, pero también cuidado, detallista y conmovedor. Pulsaciones mínimas que acaban inoculando tu cerebro como el tatuaje imposible que propone la portada mencionada.
Admito que me cuesta lo digital, como también reconozco que este disco me ha ganado. No sé los motivos. Si serán sus sonidos imposibles, sus ritmos latentes y constantes cortados por un teclado aquí, un susurro allá, o por el fondo paisajístico que pintan los teclados. (...)
1992-2000 (Atari Teenage Riot, 2006)
Desde Berlín, en el corazón de la vieja Europa, Atari Teenage Riot surgió como una conflagración. La banda liderada por el activista Alec Empire resume en este recopilatorio ocho años de carrera. Desde la margen izquierda, estos terroristas sonoros prepararon un potingue tóxico que sabe a barbarie electrónica. Embotellado y vendido como hardcore digital, no hay más que darle un sorbo para detectar aromas de thrash metal, drill 'n' bass, synth-punk, hip hop, jungle y brutalidades no identificadas con la transgresión y la ultraviolencia como denominador común. (...)
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