viernes, 7 de agosto de 2020

La ópera del inframundo

Phaedra (Tangerine Dream, 1974)

 

KOSMISCHE MUSIK

Tangerine Dream jugaron un papel determinante en la gestación de lo que iba a ser la música electrónica tanto en su vertiente ambient como progresiva, por decir un par de los muchos estilos que le deben la vida al combo berlinés. Helos aquí con su obra maestra, un "Phaedra" que desenrolla sus tentáculos con una parsimonia somnífera y letal.

El quinto disco del grupo se caracteriza por ser el primero en el que usaron un secuenciador Moog, un paquidermo protoelectrónico que es el responsable del sonido único del álbum. Solo para afinarlo y ponerlo a punto se requerían varias horas todos los días, ya que se desafinaba con facilidad simplemente con el calentamiento de sus válvulas y osciladores. Algo realmente frustrante, pero que es lo que dota de personalidad a una obra dotada de una calidez imposible de lograr con el aparataje digital de nuestros días.

Para hacerse una idea de lo artesanal del proceso, basta con señalar que a los once días de grabación, con sesiones de quince horas diarias, solamente contaban con seis minutos de música aprovechables. Todo un canto a favor de la minuciosidad, la precisión y la pericia que se requieren para manejar unos instrumentos que eran totalmente nuevos y desconocidos por aquel entonces. Y un alegato en contra de esos que todavía piensan que la combinación guitarra, bajo y batería es la única válida para hacer música humana, personal y con valor artístico.
 

 

Un craso error, tal y como demuestra la inmersión en un disco único. En él, Edgar Froese y lo suyos nos sumergen en la exploración de un mundo desconocido con sonidos de otro mundo, llegando a oir incluso lo que parecen los graznidos ultraterrenos de alguna criatura del inframundo. Sonidos que surgen de la experimentación, del trabajo concienzudo y de la más pura casualidad. Las tres cosas que hacen de "Phaedra" una obra de arte, equiparable (el título así lo pretende) a las óperas clásicas a las que indirectamente alude. ¿Pretenciosos? Puede ser, pero es que la timidez nunca ha llevado a la grandeza.

 

El paralelismo, fuente de inspiración, más directo es el mito griego que da título al LP. Un mito lleno de raptos y violaciones en la tradición olímpica. Un mito que ha dado para cuadros, óperas y traslaciones artísticas de todo tipo. 

Sin embargo, no voy a tirar por ahí, sino que fijándome en el increíble artwork que adorna la portada de este disco, obra de su líder, Edgar Froese, dejo volar mi mente hasta dar con ese prodigio de la pintura romántica que es Caspar David Friedrich. Sus paisajes desolados, sus retratos del ser humano enfrentado a los elementos, de un dramatismo sin parangón son los que me vienen a la mente cada vez que me sumerjo en la contemplación de una de las portadas más maravillosas de la historia.

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