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martes, 17 de junio de 2025

En el delicioso jardín de la baja frecuencia

The United States of America (The United States of America, 1968)

PROTOELECTRÓNICA. Dentro de los pioneros siempre hay artistas más bien de pacotilla que llegaron con una ocurrencia afortunada y auténticos visionarios que contribuyeron a cambiar el panorama musical para siempre. The United States of America están por derecho propio entre los segundos, aunque antes de meternos en faena con su debut homónimo de 1968 y único álbum que sacaron en vida, debo hacer una puntualización: llamar a esto electrónica es, cuando menos, arriesgado, dejémoslo claro. No se trata de lo que entendemos hoy día por ese estilo, pero el uso, aun en estado primitivo, de moduladores, baterías electrónicas y sintetizadores de la era pretecnológica hacen que me arriesgue a denominarlo así. 

Dicen que estamos ante uno de los discos más innovadores, rupturistas y proféticos de los 60, y dicen muy bien. Como es habitual vendieron 0,1 y eso, encima, no hace más que sumar en su haber siquiera en términos de aura y carácter gourmet. Pero por encima de toda esta teoría, he de decir que me encanta el sonido que consiguen como de banda dixieland futurista, el jugo que le sacan a sus limitados recursos y ese aire extraño y onírico que tienen las canciones. La variedad de estilos que manejaron estos visionarios es para volverse loco. Aquí hay folk marciano, rock psicodélico, cantos medievales, jazz con ruiditos y pop beatle. ¡Y sin una sola guitarra! 

Esto, entre otras cosas que me dejo o que no llego a percibir, es lo que se encuentra entretejido en el ADN de unas canciones que son melódicas sin caer en lo obvio y raras sin pecar de intelectualismo. Un disco de pura psicodelia en el que la electrónica simplemente subraya y adereza la música de siempre. Los Silver Apples, en la Costa Este, serían los primeros en integrar los sintetizadores como la base del sonido. Sin embargo, no se puede negar que este primer paso fue importante y rompedor al máximo. Una obra a la que solo se le puede achacar que algunos de sus ruidos no hayan envejecido bien y hoy nos suenen caducos. Cosas del riesgo… ¡Y bendito riesgo!

★★★★☆

A1 The American Metaphysical Circus 4:55 ✔
A2 Hard Coming Love 4:43 ✔
A3 Cloud Song 3:18 ✔
A4 The Garden of Earthly Delights 2:39 ✔
A5 I Won't Leave My Wooden Wife for You, Sugar 3:52 ✔
B1 Where Is Yesterday 3:07 ✔
B2 Coming Down 2:40 ✔
B3 Love Song for the Dead Ché 3:25 ✔
B4 Stranded in Time 1:50 ✔
B5 The American Way of Love 6:38
    i. Metaphor for an Older Man
    ii. California Good-Time Music
    iii. Love Is All

Total: 37:07

Es difícil esquivar la comparación. Nos lo ponen demasiado complicado con el título de su cuarto corte, mi favorito, pero sobre todo nos lo ponen imposible con esas capas de sonido que crecen como en una floresta, superponiéndose, retroalimentándose y retándose a ir siempre más arriba y más profundo.

 

Por todo esto tengo que hablar de El jardín de las delicias (El Bosco, 1490-1500), tríptico que habla del destino de la humanidad, con el pecado, el paraíso y el infierno escribiendo las páginas de dicho destino. Un cuadro que es mucho más profundo y universal que este disco, pero al que trata de conjurar con mayor o menor éxito un álbum que no se conforma con ser el eterno olvidado de la psicodelia más clásica.

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viernes, 7 de agosto de 2020

La ópera del inframundo

Phaedra (Tangerine Dream, 1974)


KOSMISCHE MUSIK. Tangerine Dream jugaron un papel determinante en la gestación de lo que iba a ser la música electrónica tanto en su vertiente ambient como progresiva, por decir un par de los muchos estilos que le deben la vida al combo berlinés. Helos aquí con su obra maestra, un Phaedra, que desenrolla sus tentáculos con una parsimonia somnífera y letal.

El quinto disco del grupo se caracteriza por ser el primero en el que usaron un secuenciador Moog, un paquidermo protoelectrónico que es el responsable del sonido único del álbum. Solo para afinarlo y ponerlo a punto se requerían varias horas todos los días, ya que se desafinaba con facilidad simplemente con el calentamiento de sus válvulas y osciladores. Algo realmente frustrante, pero que es lo que dota de personalidad a una obra provista de una calidez imposible de lograr con el aparataje digital de nuestros días.

Para hacerse una idea de lo artesanal del proceso, baste con señalar que a los once días de grabación, con sesiones de quince horas diarias, solamente contaban con seis minutos de música aprovechables. Todo un canto a favor de la minuciosidad, la precisión y la pericia que se requieren para manejar unos instrumentos que eran totalmente nuevos y desconocidos por aquel entonces. Y un alegato en contra de esos que todavía piensan que la combinación guitarra, bajo y batería es la única válida para hacer música humana, personal y con valor artístico.

Un craso error, tal y como demuestra la inmersión en un disco único. En él, Edgar Froese y lo suyos nos sumergen en la exploración de un paisaje desconocido con sonidos de otro mundo, llegando a oír incluso lo que parecen los graznidos ultraterrenos de alguna criatura del inframundo. Sonidos que surgen de la experimentación, del trabajo concienzudo y de la más pura casualidad. Las tres cosas que hacen de Phaedra una obra de arte, equiparable (el título así lo pretende) a las óperas clásicas a las que indirectamente alude. ¿Pretenciosos? Puede ser, pero es que la timidez nunca ha llevado a la grandeza.

A Phaedra ✔
B1 Mysterious Semblance at the Strand of Nightmares
B2 Movements of a Visionary
B3 Sequent C'
 
Total: 38 min. 

El paralelismo, fuente de inspiración, más directo es el mito griego que da título al LP. Un mito lleno de raptos y violaciones en la tradición olímpica. Un mito que ha dado para cuadros, óperas y traslaciones artísticas de todo tipo. 

Sin embargo, no voy a tirar por ahí, sino que fijándome en el increíble artwork que adorna la portada de este disco, obra de su líder, Edgar Froese, dejo volar mi mente hasta dar con ese prodigio de la pintura romántica que es Caspar David Friedrich. Sus paisajes desolados, sus retratos del ser humano enfrentado a los elementos, de un dramatismo sin parangón, son los que me vienen a la mente cada vez que me sumerjo en la contemplación de una de las portadas minimalista y maravillosa.

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martes, 28 de agosto de 2018

Las manzanas plateadas de la luna

Silver Apples (Silver Apples, 1968)
 

PROTOELECTRÓNICA. Silver Apples fueron unos visionarios o unos locos que hicieron lo que pudieron con lo que tenían a mano. No me queda claro cuál de las dos definiciones endosarles. De todas formas, hoy en día merecen todo el respeto que han amasado. Sin ellos no sé si podríamos hablar de space rock, noise, post-rock, krautrock o rock industrial. Fueron post-punk antes del protopunk y anunciaron a Suicide, Throbbing Gristle, Spacemen 3 o Can por decir algunos. Sean estos conscientes de ello o no.

Estamos ante su debut, piedra filosofal de la música experimental hecha con unos primitivos sintetizadores que no sé si pueden llamarse tales. En su música todo gira alrededor del Simeon, máquina de ruido primitiva hecha de varios osciladores ideada por Simeon Cox, miembro fundador junto al percusionista Danny Taylor. No hay guitarras, una decisión que no entraba en sus planes originales. Llegaron a tener tres guitarristas al principio, pero fueron desertando uno a uno espantados por la mole sónica que salía de las entrañas del cacharro.

Así fueron moldeando su sonido, el cual ya en este primer disco nos los muestra innovadores, minimalistas y primitivos a la vez. Las percusiones tribales aumentaban este efecto, mientras que los toques de folk irritaban y resultaban simpáticos a la vez. Tampoco son muy notorios aquí. Después meterían incluso banjos, pero en este disco casi todo lo que suena es arisco y duro. Se atreven incluso a tontear con los antepasados del sampler, incluyendo piezas famosas de música clásica en un tema, aunque estaban lejos todavía de tratar de crear algo nuevo con ellas. Más que integrarse en el tema quedan como sonidos incidentales pensados para dar mal rollo.

Y es que esto último es lo que los caracteriza. Opuestos al hippismo de la época, buscaban la confrontación y la trascendencia mística a través de bloques rítmicos hipnóticos y parches atonales. Tuvieron cierta repercusión y su cohorte de seguidores, sobre todo en la escena neoyorquina, donde se formaron, llegando a girar por todo el país, aunque su auténtico valor ha sido reconocido con los años, a través de la huella indeleble que dejaron en algunas de las propuestas más intensas e interesantes de las últimas décadas. Un disco fundamental.

★★★★☆

A1 Oscillations 2:47
A2 Seagreen Serenades 2:53
A3 Lovefingers 4:10
A4 Program 4:05
A5 Velvet Cave 3:28
B1 Whirly-Bird 2:39
B2 Dust 3:42
B3 Dancing Gods 5:55
B4 Misty Mountain 2:38

Total: 32:17

Xxx 

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