Ege Bamyasi (Can, 1972)
KRAUTROCK. Can siguen emperrados en su obsesión tras su imponente obra maestra del año anterior. Si "Tago Mago" fue un disco irrepetible y que imponía en su dificultad, este "Ege Bamyasi" ya intenta marcar algo de distancia a la vez que conserva intacta la heterodoxia y el afán investigador del supercombo de Colonia.
Desde su misma portada apela al humor autorreferencial al mostrar una lata (can) de vegetales exóticos. El título a su vez es el nombre de dicha planta en turco. Extravagancias que parecen esconder más que dilucidar de qué va la música de estos activistas del sonido. La influencia exótica, ya sea oriental o africana siempre había estado ahí, aun diluida entre las múltiples capas de Stockhausen y tradición centroeuropea. En este tercer disco (sin contar el recopilatorio de bandas sonoras) todo esto aparece claro y vivo. Una vez más.
Lo mejor del disco es cómo suena y cómo vibra. En una alianza rítmica antológica, Jaki Liebezeit y Holger Czukay gobiernan con su maquinalidad impecable. Irmin Schmidt y Michael Karoli se encargan de repartir melodías y abrasión con generosidad. Y entre todos estos pliegues, Damo Suzuki es libre para crear y destrozar con sus recitados y su flow expresionista. Parece bastante asentada la idea de que este disco era la obra más melódica y sutil de Can hasta la fecha. Lo que no quiere decir que no suene agreste por momentos y fluya vertiginosa y febril. El ritmo tiene buena culpa de ello. Y también el desarrollo de unas canciones que, al más puro estilo Can, se construyen a base de bucles y repetición pero no dejan de avanzar. Pocos estribillos encontraremos aquí, pocos frenazos y ninguna vuelta atrás. Todo es un fluir borboteante, al menos hasta los meandros ralentizados y algo farragosos de "Soup". Aparte de esto, todo el disco es una chuchería que se consume antes de llegar a los 40 minutos. Todo un triunfo en cuanto a síntesis para un grupo que siempre ha tratado de batir records de resistencia en sus minutajes.
"Ege Bamyasi" es una cumbre en la discografía de Can. Tan sólo unos meses tras la publicación de "Tago Mago" parece increíble que les quedara fuelle para mantener tamaños estándares de calidad. Y es que el quinteto teutón siempre vivió la música de una manera diferente al resto de la humanidad. Simplemente expresaban lo que les corría por las venas y les bullía en las entrañas. Sin filtros y sin corsés. Así entregan una primera parte (los primeros cuatro temas) exquisita como de funk a ritmo de reloj suizo; continúan con la libertad experimental de "Soup" que en sus 10 minutillos asusta a pocos a estas alturas; y cierran con la coda perfecta de "I'm So Green" y esa maravilla de prototecno casi pop que es "Spoon". ¿Su mejor canción? La más recordada, sin duda. Como este disco. Si no es el mejor, sí que puede ser el más querido. Palabra de Stephen Malkmus. Amén.
Desde su misma portada apela al humor autorreferencial al mostrar una lata (can) de vegetales exóticos. El título a su vez es el nombre de dicha planta en turco. Extravagancias que parecen esconder más que dilucidar de qué va la música de estos activistas del sonido. La influencia exótica, ya sea oriental o africana siempre había estado ahí, aun diluida entre las múltiples capas de Stockhausen y tradición centroeuropea. En este tercer disco (sin contar el recopilatorio de bandas sonoras) todo esto aparece claro y vivo. Una vez más.
Lo mejor del disco es cómo suena y cómo vibra. En una alianza rítmica antológica, Jaki Liebezeit y Holger Czukay gobiernan con su maquinalidad impecable. Irmin Schmidt y Michael Karoli se encargan de repartir melodías y abrasión con generosidad. Y entre todos estos pliegues, Damo Suzuki es libre para crear y destrozar con sus recitados y su flow expresionista. Parece bastante asentada la idea de que este disco era la obra más melódica y sutil de Can hasta la fecha. Lo que no quiere decir que no suene agreste por momentos y fluya vertiginosa y febril. El ritmo tiene buena culpa de ello. Y también el desarrollo de unas canciones que, al más puro estilo Can, se construyen a base de bucles y repetición pero no dejan de avanzar. Pocos estribillos encontraremos aquí, pocos frenazos y ninguna vuelta atrás. Todo es un fluir borboteante, al menos hasta los meandros ralentizados y algo farragosos de "Soup". Aparte de esto, todo el disco es una chuchería que se consume antes de llegar a los 40 minutos. Todo un triunfo en cuanto a síntesis para un grupo que siempre ha tratado de batir records de resistencia en sus minutajes.
"Ege Bamyasi" es una cumbre en la discografía de Can. Tan sólo unos meses tras la publicación de "Tago Mago" parece increíble que les quedara fuelle para mantener tamaños estándares de calidad. Y es que el quinteto teutón siempre vivió la música de una manera diferente al resto de la humanidad. Simplemente expresaban lo que les corría por las venas y les bullía en las entrañas. Sin filtros y sin corsés. Así entregan una primera parte (los primeros cuatro temas) exquisita como de funk a ritmo de reloj suizo; continúan con la libertad experimental de "Soup" que en sus 10 minutillos asusta a pocos a estas alturas; y cierran con la coda perfecta de "I'm So Green" y esa maravilla de prototecno casi pop que es "Spoon". ¿Su mejor canción? La más recordada, sin duda. Como este disco. Si no es el mejor, sí que puede ser el más querido. Palabra de Stephen Malkmus. Amén.
★★★★☆
A1
Pinch
9:28
A2
Sing Swan Song
4:18
A3
One More Night
5:35
B1
Vitamin C
3:34
B2
Soup
10:25
B3
I'm So Green
3:03
B4
Spoon
3:03
Total: 39:26
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