lunes, 28 de abril de 2014

Psiconautas benditos

Tago Mago (Can, 1971)

 

KRAUTROCK. Can, ese organismo pulsante y poderoso, se erige desde los rincones más oscuros del Inner Space (su estudio y base de operaciones) como la célula de exploración sónica definitiva. En su tercer disco sellan para la eternidad una forma de explorar los límites del sonido y la conciencia. Can, los más grandes psiconautas que haya dado el rock experimental ofrecen en Tago Mago un viaje mental hacia los confines de lo desconocido.

Ya se ha dicho prácticamente todo sobre la capacidad exploradora de estos pioneros del krautrock. Que su viaje iba en dirección opuesta a la del progresivo clásico. No buscaban las estrellas sino las simas del entendimiento. Un compromiso neuronal tan abstracto que puede ocultar injustamente sus capacidades como músicos. La historia de Can es la de la OBSESIÓN, una fijación absoluta que se traduce en repetición, hipnosis, protoelectrónica, jazz y rock enfurecido. Obsesión por la coherencia desde el caos más evidente.

Todo esto cristalizó como nunca en la obra magna del combo teutón. Tago Mago asedia por acumulación, ya sea por sus infinitas capas de sonido, sus baterías anegantes o el magma sonoro que sacude tu médula con su miríada de detalles. Resulta intrigante y adictivo cómo el disco empieza siendo un algo casi comprensible en sus tres primeras piezas, ejemplos de un rock raro pero turgente. "Paperhouse", "Mushroom" y "Oh Yeah" conforman el pórtico rockista de un disco que a la altura de "Halleluhwah" se parte en dos para inundar la habitación con la inmensidad de la que puede ser la pieza más importante del disco y una de las más importantes del krautrock. Tras el sometimiento a sus más de 18 minutos la cosa se pone realmente dura para el oyente ocasional. Chelos rotos, corta-pega y ruído nos sacuden en la imponente "Aumgn"; "Peking O" es un puro exabrupto vocal; y por último "Bring Me Coffee or Tea" trata de poner orden en un caos que nunca sonó tan embriagador. No lo consigue por fortuna.

Tago Mago es el mejor disco de Can y uno de los más espectaculares atentados a la música que se hayan producido jamás. Fue fundamental la participación de Damo Suzuki como vocalista en lugar de Malcolm Mooney. La entrada del japonés en el grupo es uno de esos momentos catárticos en los que la casualidad se alió con la historia. Desde este punto ya nada volvería a ser igual. Tampoco para nosotros.

★★★★★
A1 Paperhouse 7:29
A2 Mushroom 4:08
A3 Oh Yeah 7:22
B Halleluwah 18:32
 
C Aumgn 17:22
D1 Peking O. 11:35
D2 Bring Me Coffee or Tea 6:47
Total: 73:15
 

Holger Czukay, bajista, se encontró a Damo Suzuki actuando en la calle a cambio de comida en Múnich. Le invitó a unirse al grupo y esa misma noche ya estaba actuando con Can.

La grabación se realizó en el Castillo Nörvenich, cerca de Colonia. El grupo vivió allí durante un año sin pagar nada gracias al permiso del dueño, un coleccionista de arte. Esto les permitió afrontar la grabación de manera relajada y a la vez poco ortodoxa. Además de las tomas instrumentales de costumbre, se grababan largas jams sin que los músicos se dieran cuenta y se editarían posteriormente en sesiones maratonianas de corta y pega.

El nombre del disco viene de la isla ibicenca de Tagomago (en la foto), un pequeño trozo de tierra de propiedad privada, gestionada como resort de superlujo exclusivo para muchimillonarios, una característica que pega poco con una banda que siempre ha tenido en el jipismo su ethos y razón de ser.

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