Black Monk Time (Monks, 1966)
UBERBEAT. La historia de la música está plagada de situaciones estrambóticas e imposibles. Aún así, pocas como la de The Monks, una banda sin parangón por varios motivos. Y es que esta fue una de las bandas más iconoclastas, innovadoras y transgresoras de los 60. ¿Que nadie los conoce? Bueno, eso se está corrigiendo. ¿Que en su época nadie oyó hablar de ellos? Puede ser, pero es que unos soldados norteamericanos destinados en Alemania no lo debían tener muy fácil para promocionarse. Este fue el país que los vio nacer como grupo y donde se foguearon en giras por tugurios y salas de baile.
Un caso extraño, tan extraño como su música y su imagen. En cuanto a esta última diremos que trataron de hacer honor a su nombre tocando con ropas de monje incluyendo tonsuras y "corbatas-soga". Esta vestimenta era la que llevaban en su vida diaria también. Sin duda no hablamos de unos tíos normales. Esto se trasladaba a su música, una mezcla de rock garajero despojado de melodía donde el ritmo era el monstruo enorme al que se subyugaba el resto de elementos. Música golpeada a paso marcial con guitarras heridas de fuzz, un órgano que disparaba ráfagas penetrantes, un bajo distorsionado y vapuleado y la presencia exótica y única de un banjo eléctrico que era la guinda de un sonido obsesivo y exclusivo. Todo ello regado por letanías antigregorianas y por la voz aguda y molesta de Gary Burger que gemía y se atrevía con un remedo de yodel (sería por lo centroeuropeo del asunto) que lo mismo te sacaba una sonrisa que te ponía de los nervios.
Toda esta experiencia quedó plasmada en un único disco oficial como fue el hipnótico e imprescindible Black Monk Time (1966). Una auténtica isla no solo entre lo que se cocía en Europa sino en todo el mundo. Un disco atrevido que aunque no dio mucho ruido sirvió para influir a toda una pléyade de músicos con inquietud y actitud rupturista. Desde todo el krautrock, hasta el punk y el post-punk de grupos como The Fall (Mark E. Smith es un auténtico fanático de este disco) todos, lo sepan o no, deben la vida a Black Monk Time.
Después vino la parada por agotamiento. Seguir por estos derroteros no hay mente que lo aguante y eso se deja notar en las pocas canciones que grabaran después y que hoy podemos escuchar en los bonus tracks de rigor. Se veía que la cosa se había suavizado sobremanera, aun siendo interesante todavía. Nada, que me quedo con la primera época. Esa en la que cantaban "Hey, well, I hate you with a passion baby, yeah I do! (But call me!)" o eso de "Sleepy Maria, don't drink! Drunken Maria, don't sleep!". Esa en la que fueron punk y post-punk a la vez anticipando a tantas bandas y a tantos sonidos con el espíritu de la ruptura y la colisión como objetivo. Bendita locura.
★★★★☆
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