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miércoles, 2 de noviembre de 2022

Sinfoníssimos

Frances the Mute (The Mars Volta, 2005)

 

PROGRESIONES MEGALOMANÍACAS. Cuando la intensidad consiste en una cabalgada sin sentido ni destino, cuando el desgarro se reclama a base de sacudidas histéricas, cuando la coartada intelectual se escuda en secuencias sobreinfladas lírica y sónicamente… O se está muy loco, o muy seguro, pero es harto complicado que el producto sea interesante/defendible/disfrutable. 

Eso es Frances the Mute, porque eso es The Mars Volta. Ni más ni menos. Los californianos siempre han azuzado el estandarte de lo progresivo contra las ascuas del jazz, la improvisación, el histrionismo… En un viaje con mil paradas hacia el lado oscuro de lo barroco. Y eso, o te encanta o lo odias. Bueno, eso o dices que el disco tiene su mérito pero que no puedes comulgar ni con su grandilocuencia ni mucho menos con "exquisiteces" a la Gypsy Kings como,

"Sin Ojos me quieres dar
Una historia sin mi madre
Solo tengo que decirte
El dolor de noche dice
Solo se quedó el vestido
Le lavé la sangre."


¿Me lo dices o me lo cuentas?

Toda esa hemorragia verbal es la que explota en mi cerebro tras unas primeras escuchas a la vez intensas y frustrantes. Luego, con la tranquilidad y la reflexión suelo pensar que he sido bastante injusto con un álbum que tiene unos momentos instrumentales de esos a los que no les queda grande el calificativo de brutales. Unos momentos en los que brilla con maestría la alianza entre el rock psicodélico más clásico y el jazz en su más libérrima expresión. Unos momentos en los que el dúo se muestra magistral incluso con el son cubano más puro, dando vida a una alianza latina que no había sonado tan vibrante y verdadera desde los tiempos de Santana.

Habrá que agarrarse a eso. Sin olvidar lo otro, claro. Eso es lo difícil: hacer las cuentas con el debe y el haber y llegar a una conclusión que nunca va a contentar a nadie. Porque con un disco tan exuberante y controvertido, parece que solo hay dos posiciones posibles. Unos extremos que en este caso no me atraen en absoluto. No es la joya que dicen, pero ponerlo en el cubo de la basura tampoco me parece justo. Un grandísimo dsco que no me voy a tragar ni en mil vidas. ¿No es eso lo que pretendían? 

★★★☆☆

1 Cygnus....Vismund Cygnus 13:02
    a. Sarcophagi
    b. Umbilical Syllables
    c. Facilis Descenus Averni
    d. Con Safo
2 The Widow 5:50
3 L'Via L'Viaquez 12:21
4 Miranda That Ghost Just Isn't Holy Anymore 13:10
    a. Vade Mecum     
    b. Pour Another Icepick
    c. Pisacis (Phra-Men-Ma)
    d. Con Safo
5-12 Cassandra Geminni 32:32
    a. Tarantism
    b. Plant a Nail in the Navel Stream
    c. Faminepulse
    d. Multiple Spouse Wounds
    e. Sarcophagi
Total length: 76:55

Xxx

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viernes, 7 de agosto de 2020

La ópera del inframundo

Phaedra (Tangerine Dream, 1974)


KOSMISCHE MUSIK. Tangerine Dream jugaron un papel determinante en la gestación de lo que iba a ser la música electrónica tanto en su vertiente ambient como progresiva, por decir un par de los muchos estilos que le deben la vida al combo berlinés. Helos aquí con su obra maestra, un Phaedra, que desenrolla sus tentáculos con una parsimonia somnífera y letal.

El quinto disco del grupo se caracteriza por ser el primero en el que usaron un secuenciador Moog, un paquidermo protoelectrónico que es el responsable del sonido único del álbum. Solo para afinarlo y ponerlo a punto se requerían varias horas todos los días, ya que se desafinaba con facilidad simplemente con el calentamiento de sus válvulas y osciladores. Algo realmente frustrante, pero que es lo que dota de personalidad a una obra provista de una calidez imposible de lograr con el aparataje digital de nuestros días.

Para hacerse una idea de lo artesanal del proceso, baste con señalar que a los once días de grabación, con sesiones de quince horas diarias, solamente contaban con seis minutos de música aprovechables. Todo un canto a favor de la minuciosidad, la precisión y la pericia que se requieren para manejar unos instrumentos que eran totalmente nuevos y desconocidos por aquel entonces. Y un alegato en contra de esos que todavía piensan que la combinación guitarra, bajo y batería es la única válida para hacer música humana, personal y con valor artístico.

Un craso error, tal y como demuestra la inmersión en un disco único. En él, Edgar Froese y lo suyos nos sumergen en la exploración de un paisaje desconocido con sonidos de otro mundo, llegando a oír incluso lo que parecen los graznidos ultraterrenos de alguna criatura del inframundo. Sonidos que surgen de la experimentación, del trabajo concienzudo y de la más pura casualidad. Las tres cosas que hacen de Phaedra una obra de arte, equiparable (el título así lo pretende) a las óperas clásicas a las que indirectamente alude. ¿Pretenciosos? Puede ser, pero es que la timidez nunca ha llevado a la grandeza.

A Phaedra ✔
B1 Mysterious Semblance at the Strand of Nightmares
B2 Movements of a Visionary
B3 Sequent C'
 
Total: 38 min. 

El paralelismo, fuente de inspiración, más directo es el mito griego que da título al LP. Un mito lleno de raptos y violaciones en la tradición olímpica. Un mito que ha dado para cuadros, óperas y traslaciones artísticas de todo tipo. 

Sin embargo, no voy a tirar por ahí, sino que fijándome en el increíble artwork que adorna la portada de este disco, obra de su líder, Edgar Froese, dejo volar mi mente hasta dar con ese prodigio de la pintura romántica que es Caspar David Friedrich. Sus paisajes desolados, sus retratos del ser humano enfrentado a los elementos, de un dramatismo sin parangón, son los que me vienen a la mente cada vez que me sumerjo en la contemplación de una de las portadas minimalista y maravillosa.

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miércoles, 11 de junio de 2014

Gavedad cero

Ambient 1: Music for Airports (Brian Eno, 1978)
 

AMBIENT. Brian Eno se explica en las notas interiores de este disco. Supongo que entendería necesaria una explicación para una música que, si no totalmente nueva, sí era rompedora en su matización e inmersión en algo ya existente. Comparar esto con el muzak puede resultar tentador, aunque bien mirado esto supera a esa insulsez en todos los aspectos. Eno consigue crear una música de ambiente que no solo acompaña susurrante al oyente mientras se realizan otras actividades, sino que lo envuelve y llama constantemente su atención. 
 
Escuchar el primero de los discos ambientales de Eno es caer rendido ante su fuerza gravitatoria, sumirse en un estado de catatonia festiva, mientras tu cerebro repasa alocado todas las cosas que te sugiere esta música. Desde paisajes torrenciales o vaporosos a nostalgia infantil, pasando por grupos y músicas que sin este disco no existirían o serían otra cosa. Porque inluyente lo es y mucho. No solo para esa electrónica paisajística y de carácter meditativo, sino para grupos que no esperaríamos a priori. Por decir solo uno, mencionaré a My Bloody Valentine, aunque por extensión esto implicaría a todo el shoegazing noventero.

No es "Ambient 1: Music for Airports" un disco fácil, aunque pueda ser de los que menos esfuerzo cuesta disfrutar. Desde la primera escucha podemos apreciar su fuerza. No se trata de pegada sónica, sino de un flujo gaseoso casi físico, un sonido que se hincha, respira y te anega por dentro. Como las olas del mar en su lento e inexorable vaivén o como una ballena flotando en el océano, hundiéndose para volver a emerger entre espuma. Rompiendo el silencio para volver a reconstruirlo al momento. Una danza interminable entre brumas y nubes blancas que apenas pueden tapar el sol.
 
★★★★☆
 
A1 1/1 16:30
A2 2/1 8:20
B1 1/2 11:30
B2 2/2 6:00
Total length: 42:20
 
The concept of music designed specifically as a background feature in the environment was pioneered by Muzak Inc. in the fifties, and has since come to be known generically by the term Muzak. The connotations that this term carries are those particularly associated with the kind of material that Muzak Inc. produces - familiar tunes arranged and orchestrated in a lightweight and derivative manner. Understandably, this has led most discerning listeners (and most composers) to dismiss entirely the concept of environmental music as an idea worthy of attention.

Over the past three years, I have become interested in the use of music as ambience, and have come to believe that it is possible to produce material that can be used thus without being in any way compromised. To create a distinction between my own experiments in this area and the products of the various purveyors of canned music, I have begun using the term Ambient Music.

 
An ambience is defined as an atmosphere, or a surrounding influence: a tint. My intention is to produce original pieces ostensibly (but not exclusively) for particular times and situations with a view to building up a small but versatile catalogue of environmental music suited to a wide variety of moods and atmospheres.

Whereas the extant canned music companies proceed from the basis of regularizing environments by blanketing their acoustic and atmospheric idiosyncracies, Ambient Music is intended to enhance these. Whereas conventional background music is produced by stripping away all sense of doubt and uncertainty (and thus all genuine interest) from the music, Ambient Music retains these qualities. And whereas their intention is to `brighten' the environment by adding stimulus to it (thus supposedly alleviating the tedium of routine tasks and levelling out the natural ups and downs of the body rhythms) Ambient Music is intended to induce calm and a space to think.

Ambient Music must be able to accomodate many levels of listening attention without enforcing one in particular; it must be as ignorable as it is interesting.

BRIAN ENO
September 1978 

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