viernes, 9 de mayo de 2014

Sangre latina

Abraxas (Santana, 1970) 


ROCK LATINO. Cuando la fusión se entiende tan bien como lo hizo Santana en sus primeros discos, entonces podemos hablar de integración, y así disfrutar de artefactos en las antípodas de lo artificioso y banal. Lo último se relaciona con lo que Carlos Santana viene haciendo en los últimos tiempos. Nada que ver con este segundo disco de su formación original, un turgente y voluptuoso álbum donde el rock y la salsa se funden, el jazz encuentra puntos de fuga a través de una rítmica es-pec-ta-cu-lar y la guitarra del virtuoso mexicano serpentea, surge y se vuelve a ocultar en meandros y cascadas. Vibrante, cálida y fundacional, su guitarra nunca ha sonado tan definitiva como aquí.

Sin duda el guitarrista ejerce de director de orquesta de este combo latino con formación rockera, lo que no quiere decir que sea lo único destacable de un sonido que tiene la enjundia suficiente para ser llamado propio. Pianos afrocubanos y congas apocalípticas van marcando el tono, atacan, descansan y construyen un muro infranqueable para los devaneos de Carlos, que aquí sí que están al servicio de la canción. Poco queda accesorio aquí. Todos los miembros del grupo aportan sus composiciones. Todo es pura intensidad a pesar de las gotitas de ñoñería que se escapan en alguna ocasión. Abraxas es un disco espectacular que hace honores a la prodigiosa portada de Mati Klarwein. Continente y contenido fundidos para la eternidad en un apareamiento húmedo y caliente. 

★★★★☆

A1 Singing Winds, Crying Beasts 4:48
A2 Black Magic Woman / Gypsy Queen 5:17
A3 Oye como va 4:17
A4 Incident at Neshabur 4:58
B1 Se a cabo 2:49
B2 Mother's Daughter 4:25
B3 Samba pa ti 4:46
B4 Hope You're Feeling Better 4:10
B5 El nicoya 1:29

Total: 36:59

Mati Klarwein y su obra, La Anunciación, iluminan de manera impúdica este disco. Como con Miles Davis en Bitches Brew (1970), el pintor alemán contribuye con su arte a dejar una cubierta icónica para la eternidad. Una pintura que reinventa la historia bíblica del Arcángel Gabriel anunciando a María que iba a concebir a Jesús.

Una historia piadosa que el pintor convierte en un cuadro lleno de voluptuosidad y casi lascivia. Una suerte de Edén terrenal en el que conviven elementos contemporáneos con una falta de respeto por la historia que le lleva a retratar a una María de raza negra encima de un collage imposible con referencias a mil cosas y una cierta influencia de Klimt en algún elemento.

Todo lo contrario a lo que nadie esperaría de una recreación de la Anunciación, pero a la vez todo lo que cualquiera esperaría para adornar un álbum señero de un rock latino que nunca había sonado tan auténtico ni tan exuberante. Ni lo haría en el futuro. 

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