"Madre en la puerta hay un niño,
más hermoso que el sol bello,
tiritando está de frio
porque viene casi en cueros.
Pues dile que entre,
se calentará
porque en esta tierra
ya no hay caridad."
¡Qué grande es Berlanga! Una vez más nos tenemos que rendir ante su acidez y su puntería satírica. En Plácido ***** (1961) ataca sin piedad a la individualidad humana, a ese "yo-mi-me-conmigo" inherente a cada persona. Se trata de una visión descarnada vestida de humor negro pero totalmente desesperanzada como ese villancico con el que cierra y que es el resumen perfecto para esta película genial.
La película se desarrolla en un frenesí caótico de personajes que no escuchan, solo hablan en busca de un objetivo propio. Para ellos todo lo ajeno no es más que una cacofonía de fondo que molesta y perturba sus acciones y solo se percatan de su existencia cuando lo necesitan para llevar a cabo sus planes. Es lo que hacen las familias adineradas con Plácido y su motocarro. Solo atienden a su obsesión por pagar la dichosa letra cuando es condición sine qua non para que ejecute sus deseos. Lo mismo podría decirse del mismo protagonista, un Ulises en busca de un dinero que le permita un respiro efímero pues el mes siguiente volverá a tener que enfrentarse a esa dura condena para pagar su vehículo. Es el hombre medio que trata de vivir su vida ajeno a toda esa vorágine sin conseguirlo.
No obstante el hilo conductor sobre el que se basa la película es aún más devastador. Esa suerte de organización benéfica montada por los ricachones y que al grito de "siente a un pobre en su mesa" se retrata como la acción más egoísta e incluso cruel que imaginarse pueda. Anteponiendo la imagen, el qué dirán y una compasión mal entendida, utilizan a esos "pobres" como meros objetos que están ahí para servir a sus fines "altruistas". El hecho de que no los llamen por sus nombres, decidan por ellos en todo momento e incluso lleguen a casar a uno contra su voluntad para "salvar" su alma puede resultar gracioso al espectador, aunque deja en cueros una evidencia fundamental: toda esta filantropía es un maquillaje burdo para que todo siga como siempre. Los ricos dominando. Los pobres hundidos, anónimos y en su papel de infrahumanos.
Durísimo retrato de un pueblo sin nombre, de una España negra que en lo malo sí que puede ser reflejo de una humanidad sin misericordia.
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