ROCK & ROLL. Con una tragedia por medio es difícil ser imparcial. Se suele tender al encumbramiento más o menos gratuito de personalidades que en realidad no dan para tanta loa. Con esta premisa me acerco a la obra de este pionero del rock & roll, este chicano de origen que sin hablar una palabra de castellano le dio un revolcón a las listas de éxitos en 1958 con ese temazo eterno que es "La bamba". La ocurrencia de adaptar al incipiente sonido esta tonada popular mexicana no pudo ser más atinada. Pero es que hay más. Motivos más que de sobra para celebrar la trágica figura del adolescente que no llegó a cumplir dieciocho años, ni a saborear una fama que se intuía segura.
Su carrera sólo duró ocho meses. El tiempo justo para grabar un puñado de singles y un par de álbumes. Un material escaso pero suficiente para constatar el talento de Richard Steven Valenzuela. No hay que olvidar que grabó este material cuando sólo contaba diecisiete años, con lo que es difícil predecir hasta dónde habría llegado. Siendo honestos, su estilo pecaba de cierta ñoñería y engolamiento, los cuales salían a relucir en sus números más lentos, pero también era capaz de conjurar una energía poderosa en temazos vibrantes como "Come On Let's Go", "Ooh My Head" o "Dooby Dooby Wah", clasicazos impepinables.
¿Resiste la comparación con la furia de Chuck Berry, Little Richard o la genialidad melódica de Buddy Holly? ¿Habría llegado a rozarlos? Aventurarse a teorizar sobre esta hipótesis es complicado e injusto. Escuchando estas grabaciones se puede tener por momentos la tentación de responder no. Una tentación que queda fulminada al instante en cuanto cambiamos de canción. Aquí había mimbres de grandeza, por eso este disco se hace fundamental para completar el cuadro de los albores del rock & roll. Así se hace más patente la tragedia de ese 3 de febrero de 1959. El día que murió la música, aunque sólo fuera un poquito.
★★★☆☆
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