
POP ALTERNATIVO. No hay que ser un superdotado para percibir que este disco tiene más repliegues que el anterior. Siete años han pasado entre uno y otro, y no se puede decir que David Rodríguez haya perdido el tiempo. Cualquiera con un par de orejas notará algunos toques a lo Planetas entre toneladas de personalidad. También cómo ahonda en esa idea de escribir canciones en las que se limita a narrar como si de Mark Kozelek se tratara. Algo que se le da más que bien y que a mí me encanta.
Un gran álbum este, no cabe duda, lleno de ese humor retorcido que a veces no se sabe si es mordacidad, denuncia o el retrato más amargo del mundo. Fíjense si no en la portada. No creo que se pueda ser más expresivo ni tener más retranca mientras juega con el realismo sucio y la cotidianeidad más sangrante. Sí, "la canción protesta y el cantante también", "llegar a casa a la hora en la que abre el museo del jamón", "las olimpiadas de Barcelona, la catedral de León y la de Burgos seguro que empezarón así, con alguien con una buena idea y una entrega de premios, conociendo gente, haciendo contactos"... Buenos ejemplos de lo que es dejar huella dejando salir lo que llevas dentro. Sin filtrarlo demasiado, solo dándole un poco de forma con cuidado de no estropear el meollo de la idea.
Con estas referencias se hace perentorio bajar la cabeza y asumir, aunque al principio me costara admitirlo, que estamos ante un disco enorme, puede que el mejor en nuestro idioma de ese año y seguro que al menos ocupando un lugar en el pódium. Definitivamente, cosas como "Noches de blanco satán", "La canción protesta" o "Maracaibo" son demasiado rutilantes como para que podamos pasarlas por alto. Sobre todo en medio de un fluido que acompaña a la perfección, tan viscoso y tan dulcemente corrosivo. Pocas veces la dejadez ha dado resultados tan notables.
★★★★☆
A1 Me ha parecido que estuvo en mi cabeza
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